viernes, 26 de mayo de 2017

La orden de Melquisedec dentro del “anima mundis”.


La orden de Melquisedec dentro del “anima mundis”.

En filosofía se explica lo que es el “Anima Mundis”, es decir aquello que anima o vivifica y mueve el mundo, según las indicaciones de Platón:

Por tanto, es de resaltar que: este mundo es, de hecho, un ser viviente dotado con alma e inteligencia [...] una entidad única y tangible que contiene, a su vez, a todos los seres vivientes del universo, los cuales por naturaleza propia están todos interconectados.  Platon, Timeo.

Entre la simbología arquetípica de los hebreos, Abraham es el padre de toda la progenie del pueblo de Israel:

Génesis 26:4

Y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo, y daré a tu simiente todas estas tierras; y todas las gentes de la tierra serán benditas en tu simiente. (Reina Valera)

Abraham es arquetípicamente el Padre de una progenie, de sucesivas generaciones que serán bendecidas “en tu simiente”; aquí se nos dice que todos aquellos que trabajan en su “tierra filosofal”, con su sal, mercurio y azufre, serán bendecidos por la gracia misma del Padre. Por otro lado, Abraham representara en Anima Mundis que cita Platón. Pues la simiente de Abraham se multiplicará como las estrellas de cielo manifestándose el arquetipo como: un ser viviente dotado con alma e inteligencia [...] una entidad única y tangible que contiene, a su vez, a todos los seres vivientes del universo.


Ante la grandeza de Abraham se presenta el Rey del Mundo Melquisedec, quien lo bendice y a quien Abraham le paga un diezmo de sus conquistas o logras obtenidas en sus batallas:

Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abraham cuando éste regresaba de la matanza de los reyes, y lo bendijo. 2Abraham le entregó el diezmo de todos los despojos, cuyo nombre significa primeramente rey de justicia, y luego también rey de Salem, esto es, rey de paz,3sin padre, sin madre, sin genealogía, no teniendo principio de días ni fin de vida, siendo hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote a perpetuidad. … hebreos 7:1,2,3.

El Rey del Mundo, y rey de la justicia y de la paz, bendice a Abraham el ánima del mundo renovando en el pacto de salvación:

Y Melquisedec, rey de Salem, sacando pan y vino, como era sacerdote del Dios Altísimo, bendijo a Abraham diciendo: «Bendito Abrabam del Dios Altísimo, el dueño de los cielos y tierra» Gen 14, 18-19.

Melquisedec como figura representa el sacerdocio eterno: permanece sacerdote a perpetuidad. Y como sacerdote del Altísimo, es decir del Dios supremo, bendice a Abraham. Por tanto, Abraham como Melquisedec, forman parte del “Anima Mundis”, siendo el primero el progenitor del pueblo de Israel, el pueblo elegido por Dios siendo “bendecidos por la simiente” de su progenitor, lo que significa que el pueblo de Israel es formado por aquellos que cuidan y bendicen su simiente, mediante la alquimia sexual; mientras Melquisedec rey y guía de la humanidad y de todos los pueblos de la tierra, siempre bendecirá a quienes buscan al Padre interior profundo, esencia misma del Anima Mundis, recordemos : este mundo es, de hecho, un ser viviente dotado con alma e inteligencia [...] una entidad única y tangible que contiene, a su vez, a todos los seres vivientes del universo, los cuales por naturaleza propia están todos interconectados (Platón).

Anima Munidis

Melquisedec: “siendo hecho semejante al Hijo de Dios”, no es propiamente el hijo de Dios, entendiendo como hijo de Dios a Cristo:
Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham naciera, yo soy. (juan 8:58)

Es según el salmo mesiánico del Rey David, por el cual Jesús es declarado “sacerdote según la orden de Melquisedec”:
Jehová da dominio al rey

Salmo de David.

110 Jehová dijo a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

2 Jehová enviará desde Sion la vara de tu poder;
Domina en medio de tus enemigos.

3 Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder,
En la hermosura de la santidad.
Desde el seno de la aurora
Tienes tú el rocío de tu juventud.

4 Juró Jehová, y no se arrepentirá:
Tú eres sacerdote para siempre
Según el orden de Melquisedec
.

5 El Señor está a tu diestra;
Quebrantará a los reyes en el día de su ira.

6 Juzgará entre las naciones,
Las llenará de cadáveres;
Quebrantará las cabezas en muchas tierras.

7 Del arroyo beberá en el camino,
Por lo cual levantará la cabeza.

(Salmos 110Reina-Valera 1960. RVR1960).

Cristo Rey sosteniendo el Anima Mundis

El Rey David fue un prototipo, aun no maduro de la realeza de Cristo quien fue Rey de Reyes y por tanto el máximo exponente como guía de la humanidad representada en el pueblo de Israel. Jesús que desciende del linaje del Rey David, asume el sacerdocio de la orden de Melquisedec, que es superior a los sacerdotes hebreos de la tribu de Levi, descendientes estos de Aarón el hermano de Moisés, quienes eran los únicos custodios del “arca de la alianza”.


El Anima Mundi nos contiene a todos Abraham, Melquisedec, el Rey David, Jesús, y todos los elegidos como pueblo de Dios; “los cuales por naturaleza propia están todos interconectados”. Siendo la grandeza de la naturaleza divina la unidad; unidad impersonal, despojada de todo incluyendo el yo o el ego. La Naturaleza del Anima Mundis es impersonal trasciende los limititos del ego o yo, y se percibe como una presencia insondable ajena a lo temporal; el Anima Mundis o naturaleza divina se constata en una presencia inmutable, fuerza de todas las fuerzas, que atiende al presente, es inquebrantable, espontanea, siempre renovada, seria y segura como la misma muerte, no tiene palabras exactas ni símbolos que puedan transmitir su presencia.

La orden del Rey Melquisedec es perenne, todos sus sacerdotes comparten un propósito despertar a la humanidad, despertar en la presencia única, uní-total, dar testimonio de la presencia del Ser, y con ello participar y hacer partícipe de la naturaleza divina o su Anima mundi, como se constata en la referencia de Melquisedec: sin padre, sin madre, sin genealogía, no teniendo principio de días ni fin de vida, siendo hecho semejante al Hijo de Dios.


Semejantes al Hijo de Dios son todos aquellos que han concluido la Gran Obra y son cristificados, cumpliendo el requisito para pertenecer a la sagrada orden del Rey Melquisedec.

Atentamente:

Rafael Pavía.   V.R.D.        27/05/2017.

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