lunes, 17 de abril de 2017

La fe de la creencia, la fe de la experiencia, y la fe del conocimiento.

La fe de la creencia, la fe de la experiencia, y la fe del conocimiento.

“Tomás, porque me has visto, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”.
                                                                                                                              Juan 20:29.
                                                                                                                                     

Existe la fe crédula, aquella que necesita creer sin tener experiencia ni conocimiento, esta fe es débil porque se ampara en un Dios externo a sí mismo. El simple creyente depende de lo que otros dicen sobre la fe, sobre, Dios, sus profetas, etc. quien solo cree no puede confiar en sí mismo, debido a la gran dependencia que tiene de los demás, ya sean santos, apóstoles, etc.

La fe de la experiencia tiene mayor solidez, es una fe que ya se siente dentro de uno mismo, que ya no tiene tanta dependencia de lo exterior, es una fe que se basa en experiencias psíquicas del alma donde se puede vivir la experiencia de la paz, del amor y también con experiencias reveladoras como sueños, experiencias astrales o sueños lucidos. Las experiencias de mayor calado son las que incluyen el éxtasis o el arrobamiento místico, estas últimas experiencias son muy válidas porque en ellas se incluye cierto desasimiento, permitiendo vivir la naturaleza divina.


 La fe del conocimiento o gnosis es la fe trascendente, autentica. Esta fe se sustenta en el pleno conocimiento de sí mismo, es producto de un auto-conocimiento completo, que permite experimentar y comprender todos los fenómenos de nuestra naturaleza física, psíquica y espiritual. En esta fe se comprueba nuestros orígenes, se entiende el sentido de la vida y de nuestro destino, permitiéndonos regresar a nuestra naturaleza esencial por nuestros propios medios; estos medios se obtienen en la misma ciencia del auto-conocimiento.


La fe del conocimiento es muy exigente, pues va pasando de una fe débil con apoyos externos, a una fe experimental pero que aún no comprende el noúmeno o causa de los fenómenos que experimenta el alma y su relación con el espíritu. Finalmente, la fe del conocimiento o la fe gnóstica se ampara en una comprensión plena de sí mismo, de toda nuestra naturaleza física, psíquica y espiritual. En esta fe no caben dudas sobre la realidad de uno mismo, de su mente, de su ego, de su naturaleza divina, original, etc. en esta fe hay plena conciencia de sí mismo.

Atentamente:


Rafael Pavía. 17/ abril/ 2017.

martes, 11 de abril de 2017

Gnosis el correcto arrepentimiento



Gnosis el correcto arrepentimiento.

Según las investigaciones se dice: “El Nuevo Testamento fue escrito en lengua griega koiné. En él se cita con frecuencia al Antiguo Testamento de la versión de los Setenta, traducción al griego del Antiguo Testamento realizada en Alejandría (Egipto) en el siglo III a. C.”. (wiquipedia).

Cuando se hace la traducción del griego al latín, la palabra “metanoia” se traduce como “arrepentimiento”, siendo la traducción literal de metanoia “cambio de mente”, o de meta, más allá y nous, de la mente. El cambio de mente se entiende como un cambio de dirección de nuestro entendimiento y nuestra forma de pensar, como un arrepentimiento al comprender que uno estaba equivocado.

El arrepentimiento es entonces un cambio de la agnoia o ignorancia (agnoia: es un sustantivo femenino que tiene como significado una voz utilizada en Grecia que quiere decir la falta de conocimiento, incultura, desconocimiento, ignorancia, analfabetismo, inconsistencia y de entendimiento. Etimología: Este vocabulario en su etimología proviene del griego “αγνοια” (agnoia) que quiere decir ignorancia, del mismo significado y componente de “αγνοιηω” (agnoieō) yo ignoro.).



Cristo es: “El camino, la verdad y la vida”, y como él decía buscad la verdad y ella os hará libres. Para hallar la verdad y la gnosis debemos cambiar nuestra manera de pensar, debemos de ir más allá de nuestra mente ordinaria y activar la mente interior o profunda mediante un acto de autoconciencia de sí mismos. Cuando Jesús entra en Jerusalén montado sobre un burro, simboliza que él está más allá de su mente ordinaria, que él ya ha hecho el acto de arrepentimiento o metanoia, por tanto, es poseedor de la verdad y la gnosis.

Mientras mantengamos nuestra conciencia sujeta al dualismo de la mente, nuestro arrepentimiento nuca cesara. Hay que conocer la totalidad de la mente o a nosotros mismos, para dejar de caer en la trampa de justificar o condenar nuestros actos, sentimientos y pensamientos. El Acto de arrepentimiento es un acto de comprensión y para comprendernos hay que conocer la naturaleza de la mente en toda su profundidad y amplitud, hay que conocer la mente en su dimensión física, psíquica y espiritual. El Maestro Samael nos dice que condenar o justificar no significa comprender, y nos indica el Maestro Samael que debemos de cambiar nuestra manera de pensar, recordándonos que no podemos meter “vino nuevo en odres viejos”.


Alcanzar la Gnosis o la verdad requiere de arrepentimiento y cuanto más cercanos al Ser, mayor será nuestro arrepentimiento o comprensión, esto es, una metanoia, un cambio en nuestra mente, un cambio que nos permitirá comprender el origen del espíritu y la materia, pues conocer nuestro Ser es conocer lo divino, a Dios mismo y sus orígenes. Cristo dijo: “quien conoce al hijo, conoce al Padre”, por tanto, cuando se vive el proceso de cristificacion nos vamos uniendo al Padre que es verdad y es unidad. Por tanto, Cristo nos viene a salvar de la ignorancia, siendo la ignorancia mayor cuando más lejos del Padre estamos y de ahí deviene el sufrimiento.

La perfección, la suma pureza o el mismo amor no pertenecen a este mundo, tal perfección, pureza o el amor son algo innato, son cualidades o naturalezas preexistentes, no nacidas, son cualidades eternas, atemporales; esto que significa pues que nosotros no podemos crear, construir o desarrollar tales virtudes, pues estas ya son, estuvieron y seguirán siendo. Nuestra mente dual u ordinaria es incapaz de comprender tal perfección o amor incondicional, con su innata pureza, es por ello necesario la metanoia, el arrepentimiento o nuestra transformación o cambio en el modo de pensar. Este cambio solo es accesible mediante la conciencia superlativa del Ser, es decir debemos comprender que nuestra propia naturaleza es innata, que nuestro Ser es preexistente, atemporal, en tal comprensión debemos entender que nada en este mundo manifestado puede alcanzar la perfección, pues todo lo creado y todo lo existente es finito, se extinguirá, y en esa condición no puede haber perfección, ni pureza, ni puede sostenerse el amor eterno.


La mente dual duerme nuestra conciencia una y otra vez, pues busca lo perfecto en lo imperfecto, busca la pureza en lo perecedero, busca el amor y la felicidad en lo temporal. La dirección de la mente dual u ordinaria es errónea, equivocada, e ignorante. Cristo nos devela al Ser del Ser, los orígenes del Ser, al Dios desconocido, al Padre del propio Demiurgo; el cristo nos lleva al espacio abstracto absoluto, a un espacio atemporal, realmente eterno, innato, no nacido, y allí si encontramos lo perfecto, lo real, lo auténtico, la pureza, el amor y todas sus cualidades.

La mente dual nos engaña constantemente, pues genera al yo, al ego que siempre es dual, pues donde hay un yo hay un tú, y por tanto una separación, una frontera que separa nuestra realidad personal de una realidad universal, total y absoluta. El yo crea su propia parcela de un modo fantástico, subjetivo irreal, creyendo que su realidad es la auténtica, aunque permanezca desconectado de la plena realidad del universo. El yo es dual y egocéntrico y con tal dualidad por mucho que nos esforcemos por arrepentirnos, nuca podremos salir de nuestro propio autoengaño.

El yo o mente dual plantean su realización espiritual en base a un sueño, a una irrealidad, debatiendo constantemente junto a la emoción y a los deseos, sobre lo perfecto y lo imperfecto, lo puro y lo impuro, lo santo y lo diabólico; la mente ordinaria es incapaz de salir de la dualidad del bien y del mal, por ello su arrepentimiento se hace interminable, pues parte de una visión errónea. La metanoia o arrepentimiento nos debe de sacar de ese error, de ese círculo vicioso en el que nos atrapa el yo metidos en el bien y el mal, en la satisfacción e insatisfacción, la metanoia nos debe de sacar de una mente ordinaria y dual (mente sensual e intermedia) a una mente de unidad (mente interior), una mente activada con la conciencia superlativa del Ser. 


La unidad no dual, es decir aquella unidad que no es compuesta (pues todo lo compuesto se descompone), es el origen de nuestro Ser, es el origen de lo espiritual y lo material sin ser lo uno y lo otro, así lo explica el Maestro Samael en su libro de cábala. El modo de alcanzar la metanoia o arrepentimiento real, es mediante la contemplación no dual, dejando de identificarnos tanto en lo activo como en lo pasivo, la perspectiva de la contemplación debe de trascender el mundo manifestado o creado. El verdadero Cristo, el verdadero Buda o iluminado comprende la realidad de sí mismos y de su propia creación, ha comprendido como desde uno mismo, surge toda la creación, porque uno mismo forma parte incluyente de tal creación; por lo que toda parcela o propiedad del yo es ilusoria, una fantasía, un sueño, que a veces pretende comprender el universo excluyéndose o separándose del propio universo. Un Buda, un Cristo sabe, comprende y experimente lo que es la creación, es decir cómo se produce el origen de sí mismos y de sus creaciones, comprende que este mundo es una ilusión, un sueño, algo temporal, finito, algo que es compuesto y que se va descomponer, por tanto, la perfección es inviable en este mundo. El Amor y su pureza solo es accesible en el Ser absoluto. Mientras esto no sea comprendido y entendido, la metanoia o arrepentimiento serán fallidos y agónicos.

Atentamente:

Rafael Pavia. 11/ abril/ 2017.

viernes, 7 de abril de 2017

La Gnosis del Tiempo: Lo eterno y lo temporal, en el momento justo.


La Gnosis del Tiempo:
Lo eterno y lo temporal, en el momento justo.

Cronos

En la antigua Grecia tenían tiempo para reflexionar y reflexionaron sobre el tiempo y sus dioses. Principalmente tenían dos dioses importantes del tiempo Cronos y Aión, a este último adoraron los antiguos gnósticos; los griegos tenían un tercer dios del tiempo, que era un dios menor, pero que podía cambiar todo el destino, este era Kairós, este dios se representaba con un solo mechón de pelo, siendo el resto calvo, tenía alas en los pies y portaba una balanza en sus manos.



Cronos hijo de Gea la tierra y de Urano el cielo dominaba el tiempo que transcurre, esto es el pasado, el presente y el futuro, sin embargo, el presente siempre se mostraba fugaz pues el domino de Cronos residía en el transcurso, por lo que el pasado y el futuro le restaba importancia al presente. Actualmente el presente en nuestra forma de vida es aún más efímero y fugaz.

Aión (de donde viene del inglés aeon, o del latín eon, que designan periodos de tiempo enormes) era el tiempo eterno, es decir aquel tiempo que no transcurre. A Aión se le representaba de forma dual como niño y como anciano, indicando que en él se unía pasado y futuro en un eterno presente, Aión es lo inmutable.


Kairós era el momento justo entre lo eterno y lo temporal. A Kairos se le tenía que coger de su mechón con rapidez, pues el momento justo y oportuno se escapa sin dejar rastro. Con kairós debemos aprender a vivir el aquí y ahora, el momento, cada instante para que ninguna oportunidad se nos pueda escapar. La oportunidad de cambiar nuestro destino marcado por la mecánica celeste, donde hallaremos una primera esfera temporal dominada por Cronos, donde los planetas se mueven y marcan los ciclos repetitivos del tiempo. Más allá encontraríamos una segunda esfera regida por Aión donde las estrellas del firmamento están fijas y parece que el tiempo no transcurre. Fue el mismo filosofo Platón quien promociono la idea de los sempiterno, es decir aquello que nace o es creado y que aparentemente nuca tiene fin, pero lo sempiterno no es lo mismo que lo eterno, lo eterno es atemporal, ni tiene principio ni fin. Los gnósticos, sobre todo los valentinianos adoptaron estas ideas sobre las esferas, como se ve en su libro del Pistis Sofia.


Se plantea en la filosofía, la antropología, la teología, y cosmología de los gnósticos primitivos de los primeros siglos del cristianismo hallar la verdad, pues como dijo Cristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Para los gnósticos la verdad autentica no podía ser cambiante, no podía ir cambiando al mismo ritmo que cambia y se transforma la realidad cotidiana. La base de la auténtica verdad o verdad absoluta, tenía que trascender la verdad relativa, esa verdad de lo cotidiano o de lo mundano; por lo que la verdad absoluta debería estar por encima de lo transitorio, de lo temporal y de lo efímero. Los gnósticos encontraron las ideas del tiempo y lo eterno entre los filósofos griegos, atendiendo la idea de las dos esferas la primera de cronos con su tiempo transitorio formado en el movimiento de los planetas de nuestro sistema solar; y la segunda esfera regida por Aión situada en el firmamento con las estrellas fijas, principalmente por las constelaciones zodiacales.


La doctrina gnóstica descrita por los valentinianos en el libro del Pistis Sofia, es que Cristo se elevaba por el firmamento, pasando de una esfera a otra, hasta llegar a los mismos Aeones, regidores, arcontes, etc., donde se incluye toda la creación y formación. Toda la creación o cosmología era semejante, idéntica a la antropología, es decir que todo lo contenido en el cosmos estaba contenido en el hombre; como también se inscribió en el templo de Delfos en Grecia el: “Hombre conócete a ti mismo y conocerás a los hombres y a los dioses”.


Cristo asciende desde el mundo físico-material (hílicos), pasando por el mundo psíquico, para llegar al mundo del pléroma; los gnósticos eran los llamados pnemunaticos o espirituales, que recibían el Don o la gracia de descubrir la verdad absoluta. Aquella verdad que es atemporal, que se allá en nuestros orígenes, en el ser del Ser.

Atentamente:

Rafael Pavía. 7-4-2017,