domingo, 30 de octubre de 2016

El viejo dragón Manjushri

El viejo dragón Manjushri.

En una aldea retirada entre las montañas del viejo Tíbet, vivía un dragón triste y melancólico. Los dragones son por naturaleza tímidos, no quieren mostrarse al público, e incluso modifican su apariencia para no ser reconocidos. A veces adoptan la figura humana para mezclarse entre quienes les ignoran. Los dragones son seres misteriosos poseen el dominio sobre los cuatro elementos, el fuego, el aire, el agua y la tierra, es por ello que su sabiduría y magia les permite adquirir cualquier forma. Solo se presentan con figura de dragón a aquellos que buscan la sabiduría de los Budas.


El viejo dragón se llamaba Manjushri, era el mismísimo Buda de la sabiduría, su pena y sus lágrimas llegaban a formar una fuente con su pequeño estanque donde los aldeanos iban a beber y aliviar sus penas. El dragón escondido en su cueva ya no le apetecía salir, hasta que llego un día un mendicante cojo y manco, debido a un trágico accidente en su trabajo. El mendigo había escuchado la historia del estanque en sus lejanas tierras, y un día decidió marcharse a beber para aliviar sus penas. Al beber sintió el sabor un tanto salado de las lágrimas, después sintió un sabor amargo como la hiel, al rato pasada la amargura, sintió un alivio enorme, sintió que hasta su propio cuerpo casi flotaba, se sintió por unos momentos plenamente feliz. Entonces el mendigo decidió quedarse a vivir allí y así poder aliviar sus penas, aunque sabía que el estanque de las lágrimas solo era efectivo la primera vez que se bebía, después solo podía ser efectivo si se entregaban dádivas u obsequios en la cueva del dragón. Pero que podía el mendigo ofrecer, si no tenía ni para comer.


El mendigo cojo y manco pensó en ir a ver la cueva, con la intención ver las dadivas y presentes ofrecidos al dragón, quizás, pensaba él: podría aprovechar las ofrendas para mi provecho. Pero en su corazón lo que anhelaba era poder volver a sentir la felicidad sentida al beber las lágrimas del dragón. Llegado allí no vio nada provechoso entre las ofrendas, velas consumidas, piedras con oraciones escritas, pequeños Tangkas con la imagen de Manjushri. Y se quedó allí en la entrada de la cueva, entonces se fijó en la pequeña corriente de la fuente que salía de la cueva y decidió entrar, recordando que las tradiciones decían que los dragones solían guardar grandes tesoros. Entro con cautela, cuando la cueva se oscurecía empezó a sentir como un aliento profundo, su cuerpo tullido empezó a estremecerse y no pudo evitar caerse por una pendiente, que le llevo a quedarse encajado entre las rocas, de tal modo que su pierna y brazos buenos quedaron atrapados, al momento supo que le resultaría inviable salir de allí.

Intento calmarse, serenarse, poco a poco sus ojos se adaptaron a la oscuridad, su cuerpo y su mente empezaron a sentir que aquella circunstancia se convertiría en el episodio de su vida más traumático e infeliz, y con la angustia de una posible muerte cercana. Empezó a sentir de nuevo el aliento profundo y cada vez más sonoro, al momento aparecieron unos ojos enormes causándole terror inusitado, el dragón se le acercaba, aquellos momentos fueron terroríficos no veía salida alguna, su miedo le ahogo y vino el desmayo, que a él le semejo la misma muerte.


Volvió en sí el mendigo, sorprendido se vio liberado de su brazo, aunque su pierna seguía atrapada, observo el lugar, se percató que había más luz, alguien había puesto una vela en un rincón. Escucho unos ligeros pasos y apareció un viejo hombre, el mendigo no entendía lo que estaba sucediendo. El viejo Sabio le pregunto:

Viejo: ¿cómo has osado entrar a mi cueva?

El mendigo estupefacto, respondió:

Mendigo: quise entrar para encontrar el tesoro del dragón, pero resbale y quede atrapado.

Viejo: Puedo ofrecerte el tesoro más grande que tengo, la sabiduría de los Budas. ¿quieres el tesoro?

Mendigo: bueno yo vine hasta el estanque de las lágrimas de dragón, para aliviar mi desgracia. Y una vez bebí me sentí realmente aliviado y feliz, pero ahora no tengo como dar ofrendas al dragón. Por eso entre, para ver que podía hacer para aliviar mis penas.

Viejo: ya, muchos han venido hasta aquí por tu misma causa, pero nadie quiere recibir mi mejor tesoro, la sabiduría de los Budas.

Mendigo: y ¿porque renuncian a tal tesoro?

Viejo: bueno porque temen enfrentarse al dragón, es la condición para recibir la sabiduría de los dioses. ¿tú te enfrentarías al dragón?

Mendigo: ¡no! ¡no! Ya me enfrenté a él y morí de miedo, es espantoso, horrible.

Viejo: Bueno, pero tú ahora tienes un grave problema, porque he intentado liberar tu pierna y no he podido. Y el dragón vive aquí, así que …

Mendigo: pero tú ¿quién eres? ¿cómo me has encontrado aquí? ¿no temes al dragón? ¿por qué me has dicho que esta es tu cueva? ¿acaso la compartes con el dragón?

Viejo: Bueno, intentare de nuevo liberarte de la pierna, ahora con tu ayuda y así podrás marcharte con tus penas, sufrimientos e idiotez.


El viejo se puso a tirar de la pierna mientras el mendigo intentaba liberarse, al fin lo consiguieron; el mendigo se alegró y quiso de inmediato salir de la cueva, el viejo le ayudo a subir la rampa por la que cayo. Cuando el mendigo se dio la vuelta para agradecer al viejo su ayuda, lo vio llorando con un rostro que desprendía un sufrimiento profundo de angustia. Entonces el mendigo en medio de su desconcierto, le pregunto al viejo:

Mendigo: ¿por qué me has dicho que me puedo marchar con mi idiotez? Y ¿por qué lloras ahora?

Viejo: Te he dicho lo de la idiotez, porque eres idiota, como todos aquellos que no se enfrenta al dragón. Y lloro por todos los idiotas que sufren.

El mendigo no sabía que cara poner, su desconcierto era grande, poco o nada entendía y volvió a preguntar al viejo.

Mendigo: ¿y tú vives aquí junto con el dragón?

Viejo: anda márchate y no cuentes a nadie que me has visto.

El mendigo fue saliendo, pero algo en su interior le inquietaba en gran medida, decidió quedarse en la entrada de la cueva y reflexionar sobre todo lo que le había sucedido. Pasaron unos días y sin salir de su desconcierto, decidió entrar enfurecido para que el viejo le aclarara que era todo lo que le había sucedido y que sucedía realmente allí en aquella cueva. Entro y de nuevo resbalo, y volvió a sentir en la penumbra el aliento profundo del dragón, entonces grito el mendigo al dragón diciendo:


Mendigo: ¡donde está el viejo! ¡donde está el viejo!

El dragón aumentaba su tamaño en la medida que el mendigo sentía más miedo. A mayor miedo mayor se hacia el dragón, finalmente el mendigo decidió enfrentarse al dragón salto sobre su cuello como pudo con los ojos cerrados, y agito al dragón como pudo con su brazo bueno y el otro tullido. Agotado en la lucha tan desigual, empezó a sucumbir, cayó en el suelo mientras el dragón se alejaba. Entonces surgió el viejo como de la nada, y pregunto el viejo:



Viejo: ¿otra vez has vuelto? ¿qué quieres?

Mendigo: ¿Quiero saber quién eres, que haces aquí, porque vives con el dragón, y quiero saber porque me llamas idiota?

Viejo: Yo soy el Buda Manjushri, soy el buda de la sabiduría. Otorgo la sabiduría de los budas a aquellos que se enfrentan al dragón. El dragón surge por tu propio temor, a mayor miedo, mayor es el dragón al que te enfrentas. Los idiotas prefieren vivir con sus miedos y sufrimientos, antes que adquirir la sabiduría de los Budas. La sabiduría que entrego sirve para ayudar a ser compasivo, con el propósito alcanzar la sabiduría de los budas. La sabiduría que ofrezco es para saber amar más y mejor, por eso lloro por los idiotas que sufren.

Rafael Pavía. 29/10/16.






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