viernes, 8 de abril de 2016

Cristo y la liberación del karma



Cristo, el karma y la katancia.



“Además del karma común y corriente, existe la ley de la Katancia, el Karma superior, que es cuando los dioses y los grandes iniciados tienen que ser juzgados para ajustar cuentas con los tribunales superiores de la justicia celestial”

                                                               Samael Aun Weor.

Se entiende que todo en el universo está sujeto a la ley, así decía Buda: “tres cosas eternas existen, la ley, el espacio y el dharma”. Por lo que es comprensible que hasta los mismos dioses tengan su karma que pagar, porque todo está regido por la ley, incluso la propia ley. La ley surge al mundo manifestado o existencial desde el fondo del Ser Absoluto, donde solo existe una ley, y esa ley es la ley de Amor. Desde el amor del Ser Absoluto emanan todas las virtudes y el mismo orden universal, en ese orden existen ordenanzas, directrices o leyes que rigen todas las pautas de estrellas, soles, planetas, hombres, y de los reinos animal, vegetal y mineral; es decir que la ley rige en todo el samsara, que incluirá a los mismos dioses.
Samsara

La gnosis, así como el dharma pretenden liberarnos del sufrimiento del samsara, incluyendo a los propios dioses con su katancia. Para liberarnos esencialmente necesitamos desarrollar la compasión del amor y su sabiduría, aunque tal amor y sabiduría ya existen de por si en el propio Ser. La liberación del samsara y su sufrimiento se enseña en la gnosis, en el mismo Pistis Sophia, mediante las enseñanzas del Cristo, también se puede comprender la liberación del samsara mediante las enseñanzas del dharma, de este modo nos indica el Dalai Lama la diferencia entre samsara y nirvana:

Para tratar de comprender la naturaleza de la libertad del sufrimiento (nirvana) de la que habla el budismo, podemos remitirnos a un pasaje del texto de Nagaryuna, Fundamentos del Camino Central (Mulamadhyamakakarika), en el que, en cierto sentido, equipara la existencia no iluminada (samsara) a la existencia Iluminada (nirvana). Lo que indica, aquí, Nagaryuna es que no debemos creer que nuestra naturaleza o nuestra existencia, iluminada o no, es intrínseca. Desde el punto de vista de la vacuidad, ambos estados se hallan igualmente vacíos por completo de una realidad o de una existencia intrínseca. Lo que diferencia un estado no iluminado de uno iluminado es el conocimiento y la experiencia de la vacuidad. El conocimiento y la experiencia de la vacuidad del samsara es el nirvana. La diferencia entre samsara y nirvana es un estado mental.

(adiestrar la mente) Dalai Lama.

Según los orientales en la rueda del samsara existen seis reinos:

- Reino de Dioses y Angeles (Devas)

- Reino de Semi-dioses (Asuras)

- Reino de los humanos

- Reino de los animales

- Reino de los fantasmas hambrientos

- Reino del infierno

Reino de los dioses

Describen los budistas el reino de los dioses como un reino placentero, lleno de dicha y felicidad sensual, es interesante la observación del Lama Sogyal Rinpoche sobre el mundo o reino de los dioses: “La principal característica del reino de los dioses, por ejemplo, es la ausencia de sufrimiento; es un reino de belleza inmutable y éxtasis sensual. Imaginémonos a los dioses: surfistas altos y rubios que pasan ociosamente el tiempo en playas y jardines bañados de sol, escuchando el tipo de música que prefieren, embriagados por toda clase de estimulantes, absortos en la meditación, el yoga, el ejercicio físico y toda clase de métodos de autoperfeccionamiento, pero sin esforzar nunca el cerebro, sin afrontar ninguna situación complicada o dolorosa, sin ser nunca conscientes de su verdadera naturaleza, tan anestesiados que nunca perciben cuál es realmente su condición”.

Por ello el avatar Samael nos dice que Cristo vino a salvar hombres y dioses, es decir liberarnos del sufrimiento del Samsara aunque seamos dioses, pues esos dioses tendrán su katancia, su karma. Se enseña que el defecto que caracteriza a los dioses es el orgullo según la tradición, pero también la ignorancia, pues la ignorancia es la que nos duerme la conciencia y nos sujeta al samsara. El Cristo es una verdadera revolución para hombres y dioses, él nos muestra cómo salir de la ley de evolución e involución, es decir de la rueda del samsara donde los mismos dioses están atrapados. Cuando nos sometemos al samsara nos sometemos al tiempo, al yo, a lo mío, a la propiedad; nos apegamos a nuestros deseos, pensamientos, sensaciones, etc. nos identificamos y fascinamos con todo, tanto lo adverso como lo placentero:

“No identificarse con lo que es agradable ni identificarse con lo que es desagradable; no mirar a lo que es placentero ni a lo que es insatisfactorio, porque en ambos lados hay dolor”.

                                                             Texto Dhammapada

Meditación en la impermanencia 

Bien si atendemos a las enseñanzas del Cristo, y nos volvemos simples, sencillos y humildes abandonando el orgullo de ser un gran mahatma, un gran iniciado, maestro, un gran deva o dios, etc. comprenderemos que todo el triunfo de Cristo reside en sumirse o diluirse en el “gran océano de la vida libre en su movimiento” como una gota más de ese océano universal, donde solo impera la ley del amor y su divina compasión. Cuando uno se diluye entre ese océano o el “Espacio Abstracto Absoluto” su condición personal, su yo o individualidad, queda anulado, extinto, eliminado; en este estado nada hay que ganar ni perder, pues nadie hay, ningún yo existe que se pueda apropiar o perder de algo bueno o malo.

El Yo pretende amararnos en algún reino existencial y por supuesto que los dioses también se identifican con su reino existencial. Por ello el avatar Samael decía: “es mejor ser que existir”. La gloria de Cristo consiste en conocer la realidad del samsara, que en realidad es una manifestación de nuestra mente, cuando se llega a comprender todos los funcionalismos y recovecos y niveles de la mente, nos damos cuenta de la verdad absoluta; dejando la verdad relativa del samsara en su condición propiamente relativa. Cristo nos enseña a ver que el yo no tiene existencia real, que es un engaño, que es temporal, pues el yo consiste en todas esas limitaciones y condicionamientos que nos hemos impuesto por nuestra propia ignorancia y por qué nos hemos olvidado del Ser y su divino amor. El Cristo no solo nos hace ver y nos despierta a la “Gran Realidad” sino que nos dispone completamente a su naturaleza; haciéndonos libres, conscientes de sí mismos, eliminando cualquier limitación; ¿Cómo va uno a tener limitación si no tiene un yo que lo condicione? El Cristo nos integra en la mente universal, esa mente es ilimitada, infinita, atemporal, por tanto, el Cristo al sumergirnos como una gota dentro de ese océano universal, nos concede su naturaleza propia que es universal, atemporal, ilimitada, infinita, plena de amor, compasión, exenta de yo, exenta de individualidad, exenta de propiedades, etc. De este modo el Cristo nos libera de la ley del Karma, de la katancia o karma de los mismos dioses. 



La naturaleza de Cristo, su luz y sabiduría nos permite vivir en la Gran Realidad de la vida libre en su movimiento, adquiriendo esa verdad absoluta que le pertenece y lo extraordinario de ello, es que la verdad absoluta incluye la verdad relativa del samsara, al igual que la mente universal incluye nuestra mente; siendo con nuestra mente interior, es decir con nuestra mente consiente, que también nos daremos cuenta que la mente interior incluye la mente sensual e intermedia. Por lo que la verdad absoluta no excluye la verdad relativa, ni la mente interior o consciente no excluye la mente sensual e intermedia. Así el Cristo nos permite vivir en la comprensión integra del Ser tanto en su parte manifestada o existencial del samsara, como en su Verdad Absoluta o Espacio Abstracto Absoluto, en la Gran Realidad de la vida libre en su movimiento; nos permite vivir el Cristo libres y exentos del karma.



Atentamente:

Rafael Pavia.












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