Comprender la naturaleza del Cristo es esencial para los gnósticos; la base, la esencia o naturaleza de Cristo siempre es la misma ya sea en su estado potencial, como en su nacimiento, como en su crecimiento, como en su plenitud. La única diferencia entre el estado potencial de Cristo y su plenitud es que en tal plenitud o autorrealización intima del Ser se ha obtenido profundidad, amplitud y sobre todo estabilidad en la propia naturaleza o base de Cristo.
Cuando nos iniciamos en este camino de la autorrealización, se nos dice respecto al Crsito: “de mil que me buscan uno me encuentra, de mil que me encuentran uno me sigue, y de mil que me siguen uno es mío”. Bien es muy importante poder encontrar al Cristo, porque encontrar al Cristo significa comprender su naturaleza esencial, ¿saben ustedes cual es la naturaleza esencial de Cristo?, en principio su naturaleza es: Amor y sabiduría; amor incondicional, ecuánime, compasión ilimitada; y su sabiduría es vacío, claridad, comprensión de la verdad relativa y la verdad absoluta, etc. Debería uno indagar e investigar con ahínco y determinación sobre la naturaleza esencial de Cristo, pues el encuentro es esencial para poder seguirlo sin perdernos. Si obtenemos una buena base de cuál es la naturaleza de Cristo, esa base se convertirá en nuestro fruto o logro, pues la naturaleza de Cristo es la misma al principio que al final, es el Alfa y Omega.
Cristo Alfa y Omega
Es muy, muy importante obtener una correcta visión de Cristo desde la base del camino, ¿si no encontraras al Cristo como podrías seguirlo? En cambio, sí encuentras a Cristo aun en su estado potencial y ahondas o profundizas en su naturaleza obtendrás una base idónea para seguirlo. Primero reconocer el amor, la compasión, el bodichita, esa es la gran motivación, aquello que en secreto anhela nuestro corazón revivir y avivar el amor, siendo este el camino de Cristo; segundo la sabiduría que nos llevara a conocer nuestra mente en su totalidad, esto es la mente sensual, la mente intermedia y sobre todo la mente interior. Más lo esencial del encuentro con Cristo es la experiencia o la vivencia, pues todo lo que se pueda estudiar o especular sobre el Cristo resultaría inútil si el encuentro no es efectivo y real con una experiencia, esto es experimentar un estado de paz y serenidad, donde el amor o compasión puedan aflorar de modo natural. La experiencia es lo básico tal serenidad y paz interior pertenecen a la sabiduría del saber Ser y Estar, es decir que la sabiduría es la que nos debe de conducir y proporcionar la experiencia; si tal paz y serenidad confluyen con la compasión y el amor entonces la potencia de Cristo surgirá en mayor o menor grado; lo importante es familiarizarse con el amor incondicional y la sabiduría que nos vacía en la paz y la serenidad.
La base del camino por tanto es la experiencia donde la serenidad (Mo-Chao) y la compasión confluyen aportando cierto éxtasis o samadhi. A partir de tal base o encuentro en el reconocimiento de la naturaleza de Cristo, debemos empezar a seguir al Cristo ¿cómo? siguiendo el trabajo en la base o estado potencial, siguiendo trabajando en la sabiduría, el vacío, la paz y serenidad interior, comprendiendo la naturaleza de nuestra mente, etc. Al seguir a Cristo debemos profundizar en el estado y las experiencias que su naturaleza nos concede procurando recibir mayor luz, paz, serenidad, desapego a lo mundano, etc., los estados de conciencia que nos aporta el Cristo nos permiten conjugar la paz y serenidad con el diario vivir, añadiendo el sacrificio o compasión por nuestros semejantes. El samadhi o éxtasis se concilian con el presente y con el saber Ser y Estar del diario vivir; así, nuestro maestro, el Cristo Intimo, nos enseña las lecciones de la escuela de la vida. Así, siguiendo a Cristo comprenderemos que la verdad relativa de nuestro vano existir, se puede conciliar con la verdad absoluta.
Es fundamental encontrar a Cristo para no perdernos y seguirle hasta la plenitud, ese encuentro es la misma conciencia Cristo, que descubriremos durante todo el camino, hasta llegar al final, donde develaremos que el fruto del camino es idéntico a la base o inicio del camino, esta certeza que nos muestra el Cristo ascendido, nos facilita todo el camino, simplificando y mostrando su sencillez, pues todo el misterio está en que Cristo se nos muestre “tal cual es”. Si en nuestro encuentro con Cristo quedamos cegados por su luz, tanto mejor para disponernos a seguirlo, esto le sucedió a Pablo de Tarso de camino a Damasco, donde el encuentro con Cristo y su luz lo dejo cegado por varios días, y de ese encuentro vino su conversión. Es obvio que, si nos centramos en nuestra base o inicio en la compasión, en el bodichita, en la renuncia de sí mismos por el amor a nuestros semejantes; si procuramos la sabiduría del vacío, la paz, el silencio, la conciencia no conceptual o la verdad no dual, etc. en definitiva confluyendo la compasión y la sabiduría en experiencia vivida, nuestra base y conversión serán fuertes para seguir al Cristo y nuestra plenitud estará cerca pues comprenderemos que la base, el camino y el fruto son idénticos en su naturaleza.
Paz eterna de Cristo Alfa y Omega
¡Gloria al Cristo! ¡Gloria al Cristo! ¡Gloria al Cristo!
Atentamente:
Rafael Pavía. 10/08/2107.
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