viernes, 25 de agosto de 2017

Cristo es vacío

Cristo es vacío.

El Cristo es vacío, es decir no tiene ego, es puro, sin mancha, sin ayer, no está sometido al tiempo. Es el Cristo compasivo hasta la infinitud, si alguna vez el Cristo muestra su justicia y severidad es para guiarnos en la sabiduría, que ha de llevarnos a su seno de infinita misericordia. 


Cristo es la presencia imperturbable que sostiene el inmenso universo, su condición y naturaleza no está condicionada por el ego, por ningún “yo” o autolimitación. El Cristo es el salvador, aquel que nos libra de la ignorancia y conoce la verdad, por ello el Cristo es nuestra luz, nuestra conciencia despierta e iluminada que viene a salvarnos. El Cristo vive y padece nuestra condición personal:

<El Cristo intimo surge interiormente en el trabajo relacionado con la disolución del Yo Psicológico.

Obviamente El Cristo interior solo adviene en el momento cumbre de nuestros esfuerzos intencionales y padecimientos voluntarios.

El advenimiento del fuego Crístico es el evento más importante de nuestra propia vida.

El Cristo intimo se hace entonces cargo de todos nuestros procesos mentales, emocionales, motores, instintivos y sexuales.

Incuestionablemente El Cristo intimo es nuestro salvador interior profundo.

Él siendo perfecto al meterse en nosotros parecería como imperfecto; siendo casto parecería cómo si no lo fuese, siendo justo parecería cómo si no lo fuese.

Esto es semejante a los distintos reflejos de la luz. Si usa anteojos azules todo nos parecerá azul y si los usamos de color rojo veremos todas las cosas de este color.

Él aunque sea blanco, visto desde afuera cada cual le verá a través del cristal psicológico con que se le mira; por eso es que las gentes viéndole, no le ven.

Al hacerse cargo de todos nuestros procesos psicológicos, el Señor de perfección sufre lo indecible.

Convertido en hombre entre los hombres, ha de pasar por muchas pruebas y soportar tentaciones indecibles.

La tentación es fuego, el triunfo sobre la tentación es Luz.

El iniciado debe aprender a vivir peligrosamente; así́ está escrito; esto lo saben los Alquimistas>.

El iniciado debe recorrer con firmeza la Senda del Filo de la navaja; a uno y otro lado del difícil camino existen abismos espantosos.

En la difícil senda de la disolución del Ego existen complejos caminos que tienen su raíz precisamente en el camino real.

      La Gran Rebelión, el trabajo cristico. Samael Aun Weor.


El Cristo es la luz que baja a las tinieblas para iluminarnos y sufre, no porque se siente ego o es ego, sino por compasión, sufre por nuestra ignorancia, sufre porque no somos capaces de reconocerle, de descubrirlo. Mientras nuestro ego nos limita, nos condiciona, nos sujeta al ayer o a lo temporal, mientras el ego nos somete a una parcela particular que consideramos propia, el Cristo nos abre a todo el espacio, al inmenso universo cósmico. El Cristo es el presente, es la presencia siempre presente en lo eterno. 


El Cristo sufre todo un calvario para poder ser reconocido, pues pocos están dispuestos a abrirse a su luz incondicional. Él no huye del sufrimiento, se enfrenta al sufrimiento y lo disuelve, reconociendo que el sufrimiento es una construcción de nuestro ego, siendo que el ego está sujeto al tiempo siempre quiere arrastrar sus deudas, su karma, su sufrimiento; mientras que el Cristo nos alivia y descarga del sufrimiento cuando nos hace ver y comprender que todo el ego y su sufrimiento y karma es una construcción temporal, pasajera y que se sostiene, por simple identificación con nuestro ego. Pero tal percepción de Cristo nos deja en una espacio vacío ¿dónde estoy y quien soy sin mi ayer? Nos dice el ego. Por ello el ego huye de Cristo, porque Cristo es vacío, es un espacio puro, diáfano, sin lastres de ego, ni del ayer. El Cristo no tiene identidad personal, ni tiene propiedades, es por ello vacío, sin residuos.
La mente Cristo es diáfana, pura, sin mancha, siempre espontanea, abierta al presente, ilimitada, sin restricciones, sin posesiones, sin méritos, sin personalismos; por tanto, la mente Cristo es vacía, pues reconoce que todo lo creado y construido es temporal, por tanto, el mismo tiempo lo destruirá. El Cristo es impermanente, porque nada permanece en Él, salvo Él mismo, por tanto, es la permanencia presente e inmutable, eterna.


La mente Cristo lo abarca todo desde el principio hasta el final, pues Cristo es Alfa y Omega; siendo Cristo la vida, surge de Él todo el universo y nosotros con Él; pero lamentablemente nos inventamos una historia personal, un ego al que aferrarnos y con ello generamos nuestro karma, solo con la idea de ser alguien, de sentirse diferente a los demás, de ser partícipes de algo y poseer algo con lo que nos identifiquen los demás. Buscamos que nuestra historia personal y nuestro ego sea una propiedad donde identificarnos y situarnos. Pero el Cristo es vacío, no tiene ego, no tiene propiedades, ni historias personales, ni ayer, Cristo es vacío.

Cuando Cristo se presenta nos pide que lo abandonemos todo, absolutamente todo, pues Él es vacío. Abandonarlo todo significa todo, es decir no solo lo material: casa, coches, familia, trabajo, etc. el abandono es desapego, renuncia, no identificación con las cosas materiales de la vida ordinaria. Pero cuando se pide abandonar todo es todo, es decir también nuestro mismo “yo” o ego, es decir lo que pensamos, lo que sentimos, nuestras propias emociones mundanas, nuestros hábitos, costumbres, etc. abandonar lo material es un inicio en el camino de Cristo, resultando mucho más duro y complicado abandonar nuestro “yo”, pues eso significa abandonar nuestra historia personal, abandonar nuestro ayer; renunciar a lo que pensamos, a lo que sentimos, etc., incluso tenemos que abandonar la idea que tenemos de Cristo, pues Cristo no puede ser una idea o un pensamiento o una creencia. Cristo trasciende todos nuestros pensamientos, creencias, emociones, sentimientos, pues Él está siempre vacío aun en medio de las tinieblas. Cristo no huye de las tinieblas ni del caos, pero si lamenta que no lo reconozcamos, que no sepamos ponernos de su parte, que no seamos capaces de renunciar y abandonar nuestro ego ordinario, para Ser y estar en Él. 



Atentamente:

Rafael Pavía.                                                              25/08/2017.



jueves, 24 de agosto de 2017

La Mente es Vacía

La Mente es Vacía.

El V.M. Samael tuvo la experiencia del “vacío iluminador” siendo joven sobre los 18 años de edad, él relata su experiencia muy interesante, que le lleva a comprender que es necesario eliminar el “yo”, para poder permanecer en ese estado de vacío iluminador; cuenta en su experiencia que él se veía integrado en todo, en los pájaros, en las montañas, en los árboles, etc. pero le surgía el temor al no sentirse a sí mismo, por lo que regresaba a su cuerpo, perdiendo el estado de samadhi.



Vale la pena reflexionar sobre tal experiencia vivida por el V.M. Samael, aunque cada cual puede vivir la experiencia del vacío de modo diferente; cuando se es novel en estas tareas de la meditación, uno piensa que debe de vaciar su mente para poder tener la experiencia del vacío iluminador. Pero si les digo que en realidad la mente es vacía, ¿ustedes lo comprenderían?, bien pues, la tradición sobre la meditación así lo dice Padmasambhava:

"Siendo la Mente Única de la misma naturaleza del Vacío, y sin ningún origen, también la propia mente es tan vacía como el cielo. Para saber si esto es o no es así, mirad dentro de vuestra propia mente.

Siendo de la misma naturaleza que el Vacío, y por tanto, sin principio ni fin, la sabiduría nacida de sí misma ha estado brillando, en realidad, desde todos los tiempos, como la esencialidad del Sol, sin origen. Para saber si esto es o no es así, mirad dentro de vuestra propia mente.

La Sabiduría Suprema es indudablemente indestructible, inquebrantable, como la corriente siempre fluyente de un río. Para saber si esto es o no es así, mirad dentro de vuestra propia mente.

Siendo meramente un flujo de inestabilidad como el aire del firmamento, las apariencias objetivas no tienen el poder de fascinar y esclavizar. Para saber si esto es o no es así, mirad dentro de vuestra propia mente.

Todas las apariencias son, en verdad, nuestros propios conceptos, nacidos por sí mismos en la mente, como los reflejos que se ven en un espejo. Para saber si esto es o no así, mirad en vuestra propia mente.

Surgiendo de sí mismas y siendo naturalmente libres como las nubes en el cielo, todas las apariencias externas se disuelven en sus propios lugares respectivos. Para saber si esto es o no es así, mirad en vuestra propia mente."



Nuestra experiencia al respecto, confirma lo dicho por Padmasambhava, siendo que la tradición del budismo gira en torna a esta realidad de que la mente es vacía. Toda la enseñanza de Buda se basa en esta realidad, de que la mente es vacía, y así lo explico y lo desarrollo el maestro Nagarjuna, con su escuela Madhyamika (del “medio”) de donde surgió el Sutra del corazón: Gaté,gaté, paragaté, parasamgaté. ¡Bodhi! ¡Svaha!* Confirmando que el vacío es la esencia del despertar y la iluminación. 


¿Que significa que nuestra mente es vacía? Comprender esta realidad requiere comprensión, meditación, experiencia, etc., hay que observar la mente con claridad, ¿qué es la mente? ¿dónde está, en el cerebro, en el estómago, en alguna parte del cuerpo? ¿de donde viene la mente? ¿son nuestros pensamientos la mente? ¿tiene color, forma, olor, etc., nuestra mente? Es obvio que nuestra mente es completamente abstracta, no tiene forma, ni color, ni peso, ni medida, ni limites; la mente es semejante al propio espacio, en realidad es un “espacio abstracto absoluto”.

Nuestra mente es vacía y por esta naturaleza vacía pueden surgir todas las formas existentes del espacio. De la mente surgen todas las formas de la naturaleza y de nosotros mismos; de la mente surgen los pájaros, los árboles, las montañas, etc., en la mente se encuentra la propia experiencia del “vacío iluminador”. La experiencia del vacío iluminador, es una experiencia “no dual”, es decir es una experiencia que esta fuera del “yo y el tu”; el vacío es la propia experiencia lucida, de la naturaleza de nuestra mente.


Para lograr la vivencia del vacío debemos observar la mente tal cual es, queremos decir que la mente no es un concepto, no es una idea, aunque los conceptos e ideas surgen de la mente, pero estos conceptos o ideas no son la mente. Todas las formas, colores, conceptos, creencias, teorías, surgen de la mente, pero no son la mente; la mente puede y tiene la capacidad por ser de naturaleza vacía, de ser ilimitada en su opciones y posibilidades creativas, pero toda forma que surja de la mente no es la mente en sí. Todo lo que se pueda pensar o creer surge de la mente y por ello mismo tienen esos pensamientos y creencias la misma cualidad y naturaleza de la mente, es decir son vacías. Esto significa que nada permanece, ni pensamientos, ni formas permanecen, todo es transitorio.


La experiencia del vacío nos descubre que nada permanece, todo cambia, todo se transforma, todo lo compuesto se descompone, todo lo nacido morirá, etc. esto sucede dentro y fuera de nosotros mismos. La experiencia del vacío nos muestra que no hay nada auto-sostenido, autosuficiente, pues todo es interdependiente, todo lo que existe depende de múltiples elementos; por tanto, el cuerpo no puede subsistir por sí mismo, el cuerpo es dependiente de los alimentos, del aire, del frio y el calor, etc. el cuerpo no puede subsistir por sí mismo, por tanto, el cuerpo es vacío, no posee realidad intrínseca o por sí mismo. El “yo” sujeto o identificado con nuestro cuerpo, es una ilusión sostenida por el mismo “yo”, esto es una ilusión que cree que es real, autentica, perdurable, etc., este es el sueño del ego. Si decimos que el ego es mente, con más razón deberíamos comprender que el ego es vacío, es decir carente de auto-existencia; pues todo lo que concebimos o creemos que es real, es producto de nuestra mente y lo sostenemos mientras creemos en ello o nos dejamos engañar por ello, por ejemplo, pensando que el yo es perdurable, tengamos en cuenta que pensar que perdura es un pensamiento que nosotros mismos sostenemos. Mejor es darse cuenta más allá de los conceptos, de la realidad de nuestra mente, y si somos constantes descubriremos que nuestra mente es vacía.


Comprender que la mente es vacía nos permitirá despertar e iluminarnos, y con ello comprenderemos la naturaleza propia del Ser. Si comprendemos que la mente es vacía, la disolución del ego será plenamente factible.

Atentamente:

Rafael Pavía. 24/08/ 2017.


* Gaté,gaté, paragaté, parasamgaté. ¡Bodhi! ¡Svaha:

GATE: Literalmente “Ido”. Este sutra es, de alguna manera, un testimonio y una invitación. Testimonio de una experiencia realizada, la de todos los liberados vivientes; invitación dirigida a todos los que tienen la intención de reunirse con ellos, de ir a compartir su inmensa alegría.

Generalmente, esa primera palabra está asociada con la percepción espiritual siguiente: “la forma es el vacío”; desde el momento en que nos desembarazamos de las emociones, de las pasiones, de los deseos, fuentes de conflictos psíquicos inevitables, las cosas, las formas exteriores son vaciadas de su sustancia, privadas de los afectos que las alimentan y se disgregan en la vacuidad.

GATE: la repetición sugiere ahora que “el vacío es la forma”; efectivamente, una vez que la vacuidad ha sido presentida, podríamos tener tendencia a conceptualizar la noción de vacío, pero éste no es diferente de la forma. La shunyata es una experiencia del ser que no tiene nada en común con la “nada” de los filósofos existencialistas. Se puede vivir muy bien en la vacuidad y acomodarse a las manifestaciones exteriores tal como se presentan...

PARAGATE: Literalmente, “Ido más allá”. Una vez que atravesamos la cortina oscurecedora de los fenómenos, habiendo percibido su congénita irrealidad, obtenemos una percepción natural de esos fenómenos: “La forma es la forma”.

PARASAMGATE: Literalmente, “Completamente expuesto, despojado”. Despertados en el corazón de lo indiferenciado, nos identificamos naturalmente con el último sujeto, hemos dejado definitivamente de objetivar las cosas en una relación sujeto-objeto: “El vacío es el vacío”.

BODHI: Literalmente, “Despertado”. Ya no llevamos máscaras; por más que las apariencias cambien continuamente como figuras caleidoscópicas, hemos despertado en el seno de una ecuanimidad de espíritu inalterable.

Nada puede afectar nuestro ser profundo, pequeño como un grano de arena, inmenso como el cosmos.

SVAHA: “¡Salvación!”. No es una despedida sino una palabra condescendiente, un mensaje de esperanza: “Reúnete con nosotros en la otra orilla, donde la verdad no es diferente de las ilusiones, donde por fin el sufrimiento que nace de los deseos ha desaparecido...”.

“¡Ido ido ido más allá completamente abierto despertado a la salvación!”

lunes, 14 de agosto de 2017

Base, camino y fruto del Cristo

Base, camino y fruto del Cristo.

Comprender la naturaleza del Cristo es esencial para los gnósticos; la base, la esencia o naturaleza de Cristo siempre es la misma ya sea en su estado potencial, como en su nacimiento, como en su crecimiento, como en su plenitud. La única diferencia entre el estado potencial de Cristo y su plenitud es que en tal plenitud o autorrealización intima del Ser se ha obtenido profundidad, amplitud y sobre todo estabilidad en la propia naturaleza o base de Cristo.

En este artículo dejamos al margen el aspecto alquímico de la autorrealización, siendo esta parte alquímica hermética e íntima; pues lo que nos interesa ahora es la visión o comprensión del Cristo. Solo decir que la alquimia o tantra sexual nos permite acelerar el proceso y estabilizar con mayor logro la presencia de Cristo.

Cuando nos iniciamos en este camino de la autorrealización, se nos dice respecto al Crsito: “de mil que me buscan uno me encuentra, de mil que me encuentran uno me sigue, y de mil que me siguen uno es mío”. Bien es muy importante poder encontrar al Cristo, porque encontrar al Cristo significa comprender su naturaleza esencial, ¿saben ustedes cual es la naturaleza esencial de Cristo?, en principio su naturaleza es: Amor y sabiduría; amor incondicional, ecuánime, compasión ilimitada; y su sabiduría es vacío, claridad, comprensión de la verdad relativa y la verdad absoluta, etc. Debería uno indagar e investigar con ahínco y determinación sobre la naturaleza esencial de Cristo, pues el encuentro es esencial para poder seguirlo sin perdernos. Si obtenemos una buena base de cuál es la naturaleza de Cristo, esa base se convertirá en nuestro fruto o logro, pues la naturaleza de Cristo es la misma al principio que al final, es el Alfa y Omega.
Cristo Alfa y Omega

Es muy, muy importante obtener una correcta visión de Cristo desde la base del camino, ¿si no encontraras al Cristo como podrías seguirlo? En cambio, sí encuentras a Cristo aun en su estado potencial y ahondas o profundizas en su naturaleza obtendrás una base idónea para seguirlo. Primero reconocer el amor, la compasión, el bodichita, esa es la gran motivación, aquello que en secreto anhela nuestro corazón revivir y avivar el amor, siendo este el camino de Cristo; segundo la sabiduría que nos llevara a conocer nuestra mente en su totalidad, esto es la mente sensual, la mente intermedia y sobre todo la mente interior. Más lo esencial del encuentro con Cristo es la experiencia o la vivencia, pues todo lo que se pueda estudiar o especular sobre el Cristo resultaría inútil si el encuentro no es efectivo y real con una experiencia, esto es experimentar un estado de paz y serenidad, donde el amor o compasión puedan aflorar de modo natural. La experiencia es lo básico tal serenidad y paz interior pertenecen a la sabiduría del saber Ser y Estar, es decir que la sabiduría es la que nos debe de conducir y proporcionar la experiencia; si tal paz y serenidad confluyen con la compasión y el amor entonces la potencia de Cristo surgirá en mayor o menor grado; lo importante es familiarizarse con el amor incondicional y la sabiduría que nos vacía en la paz y la serenidad. 

La base del camino por tanto es la experiencia donde la serenidad (Mo-Chao) y la compasión confluyen aportando cierto éxtasis o samadhi. A partir de tal base o encuentro en el reconocimiento de la naturaleza de Cristo, debemos empezar a seguir al Cristo ¿cómo? siguiendo el trabajo en la base o estado potencial, siguiendo trabajando en la sabiduría, el vacío, la paz y serenidad interior, comprendiendo la naturaleza de nuestra mente, etc. Al seguir a Cristo debemos profundizar en el estado y las experiencias que su naturaleza nos concede procurando recibir mayor luz, paz, serenidad, desapego a lo mundano, etc., los estados de conciencia que nos aporta el Cristo nos permiten conjugar la paz y serenidad con el diario vivir, añadiendo el sacrificio o compasión por nuestros semejantes. El samadhi o éxtasis se concilian con el presente y con el saber Ser y Estar del diario vivir; así, nuestro maestro, el Cristo Intimo, nos enseña las lecciones de la escuela de la vida. Así, siguiendo a Cristo comprenderemos que la verdad relativa de nuestro vano existir, se puede conciliar con la verdad absoluta.

El fruto excelente de Cristo va en aumento desde su encuentro en la base, hasta que obtenemos la plenitud de Cristo, con sus cuerpos de Gloria el cuerpo de Transfiguración, el cuerpo de Resurrección y el cuerpo de Ascensión; que corresponden como ya dijimos en anteriores artículos al Trikaya: Nirmanakaya, Sambogakaya y Dharmakaya. Este fruto excelente de Cristo, no es más que su propia base, su propia esencia, su propia naturaleza imperturbable, eterna, inmutable, etc., es decir que en realidad el principio o base y el final o fruto son idénticos en su naturaleza esencial, la única diferencia es la intensidad, profundidad y amplitud de la vivencia de Cristo, lo que nos aportara mayor estabilidad en su fruto o plenitud. Cuando Cristo asciende al cielo con su Dharmakaya, obtiene el fruto de la plenitud, la totalidad, la unidad, la talidad, etc., tal plenitud se vive y experimenta en la paz y serenidad del vacío, del saber Ser y Estar unidos a su amor incondicional, todo ello pertenece a su base o naturaleza esencial. 

Es fundamental encontrar a Cristo para no perdernos y seguirle hasta la plenitud, ese encuentro es la misma conciencia Cristo, que descubriremos durante todo el camino, hasta llegar al final, donde develaremos que el fruto del camino es idéntico a la base o inicio del camino, esta certeza que nos muestra el Cristo ascendido, nos facilita todo el camino, simplificando y mostrando su sencillez, pues todo el misterio está en que Cristo se nos muestre “tal cual es”. Si en nuestro encuentro con Cristo quedamos cegados por su luz, tanto mejor para disponernos a seguirlo, esto le sucedió a Pablo de Tarso de camino a Damasco, donde el encuentro con Cristo y su luz lo dejo cegado por varios días, y de ese encuentro vino su conversión. Es obvio que, si nos centramos en nuestra base o inicio en la compasión, en el bodichita, en la renuncia de sí mismos por el amor a nuestros semejantes; si procuramos la sabiduría del vacío, la paz, el silencio, la conciencia no conceptual o la verdad no dual, etc. en definitiva confluyendo la compasión y la sabiduría en experiencia vivida, nuestra base y conversión serán fuertes para seguir al Cristo y nuestra plenitud estará cerca pues comprenderemos que la base, el camino y el fruto son idénticos en su naturaleza.
Paz eterna de Cristo Alfa y Omega

Cristo es semejante en su esencia y naturaleza tanto en su estado potencial, como cuando se desarrolla en las serpientes de fuego, cuando nace, cuando crece con las serpientes de luz; es también semejante en su esencia y naturaleza cuando ingresa en la segunda montaña de la iniciación y desarrolla todos los trabajos de Hércules, es semejante cuando finaliza los 9 trabajos de Hércules y entra en el purgatorio, pasa por la iniciación de judas y vive el proceso del Santo Job; cierto es que su naturaleza no cambia, es inmutable, su amor incondicional es semejante al principio que al final, y su sabiduría es idéntica al principio que al final. Aun en su mayor gloria cuando el Cristo es ascendido en la tercera montaña de la iniciación, la grandeza de su misterio nos devela que siendo inmutable y eterno Él es semejante en toda su infinitud desde el principio de los principios hasta el final. Esta sublime develación certifica la experiencia de la conversión, certifica que nuestro encuentro con Cristo es el camino a seguir, certifica que todo es mucho más sencillo, de lo que uno en su ignorancia supone que es el camino de la autorrealización.

¡Gloria al Cristo! ¡Gloria al Cristo! ¡Gloria al Cristo!

Atentamente:

Rafael Pavía.                            10/08/2107.