No es fácil el camino del Ser, pues su origen es ignoto, desconocido, entonces cuando la inquietud espiritual nos impulsa a buscar nuestra verdad y por tanto nuestro origen, empezamos un camino donde la alegría y la pena va de la mano de reconocer todo aquello que somos. Por un lado, la verdad nos hace reconocer lo débiles y frágiles que somos ante el mundo y este inmenso universo, por otro lado, aceptar nuestra verdad nos hace fuertes y sabios ante las adversidades. Llega el momento en nuestro camino del conocimiento de sí mismos, donde debemos de aceptar incondicionalmente nuestra realidad y de nuevo nos encontramos con una bifurcación en el camino con dos preguntas ¿en qué medida estoy integrado o separado de la realidad que me rodea? Y en ¿qué medida la realidad que me rodea es cierta, es decir es real o ilusoria? Estas dos preguntas se las plantearon los antiguos griegos y como un remedio seguro inscribieron en el frontispicio del templo de Delfos la famosa frase: “Homo nosce te ipsum”, Hombre conócete a ti mismo.
Cuando buscamos la respuesta a las preguntas citadas, en principio nos sentimos separados de todos y de todo, pues nos consideramos como un “yo” o ego diferente y separado todo lo que nos rodea, creyendo que todo lo que nos rodea es real. Pero en la medida en que profundizamos en nuestra conciencia comprendiendo como percibe e interpreta la conciencia vamos viendo que tenemos una idea artificial de nosotros mismos, idea impuesta por la familia, la sociedad, las teorías, los conceptos, etc., idea que nos condiciona haciendo una errónea interpretación sobre nosotros mismos y la realidad que nos rodea. Esta idea errónea sobre nosotros mismos, es la que nos condiciona y limita, siendo el motivo por el cual las doctrinas espirituales insisten en despertar y ver claramente cuál es nuestra verdadera realidad y condición.
El Ser no puede describirse intelectualmente o conceptualmente, por ello dicen en las enseñanzas del Tao, que todo lo que se diga sobre el Tao fallara en su centro. De ahí que todas las doctrinas unitivas y no duales, les precede una continua negación al referirse a la naturaleza primigenia del Ser. En el cristianismo esotérico-gnóstico al Cristo se le asigna en la trinidad el atributo del Santo Negar, aplicándose una continua negación de sí mismos para poder concluir en la verdad del Padre u origen del Ser.
En el origen del Ser solo hay presencia, es decir un testigo inmutable de la verdad absoluta, pues se ve a sí mismo y a todo lo que le rodea “tal cual es”, esta percepción instintiva de la verdad sin el proceso deprimente de la dualidad conceptual, la denomina el Maestro Samael en el libro del Pistis Sophia como Talidad*, que significa eso mismo “tal cuales”.
La Verdad es la Talidad o Totalidad.
Obviamente, la Talidad se encuentra en el fondo de un Cristo o de un Budha.
La Talidad está más allá de la maquinaria de la relatividad y también más allá del Vacío Iluminador.
La Talidad es eso que está más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente.
La Talidad es aquello que está mucho más allá de todo dualismo.
La Talidad en Cristo o en Buddha o en Hermes, es siempre la misma.
De la Talidad emana eso que se llama la Gracia.
La Verdad es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será.
Sólo en el cuerpo de un Jesús o de un Buddha o de un Hermes, etc., está encarnada la Verdad.
Pistis Sophia. Samael Aun Weor.
El origen del Ser se dice es inmanifestado porque precede a cualquier creación o manifestación he ahí su pureza e incontaminación, por ello se dice que el origen del Ser es un No-Ser, resultando como hemos dicho que la maestría del Ser es reconocer y conocer al Ser en su origen y en su manifestación o creación, de tal modo que la presencia original, pura, verdadera e incontaminada, pueda percibir sin prejuicios, ni preconceptos, todo lo que percibe en el universo que le rodea. Esta es la Talidad o intuición de una conciencia conocedora de su origen y verdad. Siendo el Ser del Ser una presencia inmutable porque no está contaminada por el tiempo, ni el ayer o el pasado porque precede a cualquier manifestación. Por tanto, es Ser posee una visión clara, incontaminada, plenamente lucida, sin prejuicios ni preconceptos; y solo es eso una presencia, porque no posee nada pues Él era antes de que todo fuera. Así Jesucristo dijo como testigo del Ser original: “Antes que Abraham fuese, yo soy”, (Juan 8:58).
Así el Ser es origen del espíritu y la materia sin ser lo uno ni lo otro:
Hablemos ahora sobre el Gran Océano del Espíritu. ¿Cómo poder definirlo?
Ciertamente él es Brahama, la primera diferencia o modificación de “Aquéllo” Ante lo cual tiemblan los Dioses y los hombres.
“Aquello” ¿es Espíritu? En verdad os digo que no lo es. “Eso” ¿es Materia? ciertamente os digo que no lo es.
“Aquello” es la Raíz del Espíritu y de la Materia, mas no es ni lo uno ni lo otro.
“Aquello” trasciende las leyes de número, medida y peso, lado por lado, cantidad, cualidad, ante, atrás, arriba, abajo, etc.
“Aquello” es lo inmutable en profunda abstracción Divinal, Luz que jamás ha sido creada por ningún Dios ni por ningún hombre, eso que no tiene nombre.
Tarot y Cábala. Samael Aun Weor.
La Luz del Ser es increada es decir innata, pues no pertenece a lo temporal, es una luz que no ha sido creada ni gestada por ningún Dios pues precede a todo y todos. En dicha luz o espacio del Ser original no puede existir ni lo mío, ni lo tuyo, ni yo ni tú, no existe nada semejante a un “yo”, pues tener yo significa tener algo, una propiedad o identidad, pero el Ser Absoluto es preexistente, origen de la materia y espíritu, por tanto, no hay en su naturaleza ni tú, ni yo, ni propiedad, solo presencia vacía e incontaminada. De hecho, mientras exista en nosotros la condición del “yo”, se hace inaccesible la conciencia absoluta y original del Ser. Pues el yo implica dualismo y el dualismo significa separación, y en cuanto caemos en el yo o separación empezamos a distorsionar la realidad original, empezamos a poner sobre el tapiz de la realidad nuestros prejuicios, preconceptos, teorías, especulaciones, por lo que el yo con sus condicionamientos y limitaciones nos aparta de la realidad.
En el Ser original que es un No-Ser pues es preexistente, solo hay percepción, presencia, luz, atención sin distracción, por ello hay plenitud y unidad pues no hay “yo”; el Ser original no posee propiedades, por ello percibe la verdad del universo en su plenitud, pues no tiene una visión parcial sujeta a un ego, he ahí su infinitud, su espacialidad infinita, no sujeta a condiciones ni limitaciones.
Como siempre la gnosis es tan vasta y profunda como el universo, y este es solo un pequeño artículo que traza simples pinceladas sobre la gnosis del Ser.
Atentamente:
Rafael Pavía. 10/07/2017.
Nota:
*Talidad: Condición de ser tal, con las determinaciones que caracterizan a alguien o algo (R.A.E).
QUE LINDO CONOCER LA VERDAD DE LA REALIDAD
ResponderEliminarLa verda es dura para el ego y es lindo para el Ser.
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