Se nos enseñó que hay tres triángulos en el árbol de la vida, que es el mismos Ser, para llegar al Ser absoluto. El primer triangulo el psíquico- mágico: Yesod, Hod, Netzah, (vital, astral, mental). Segundo triangulo el ético: Tipheret, Geburah, Chesed, (alma humana, alama espiritual, el intimo). Tercer triangulo del logos: Binah, Choknah, Keter, (Espiritu Santo, Cristo, Padre). Y más allá de los triángulos, como origen de todo se encuentra el Ain Soph Aur (visión contemplativa de la luz infinita).
Cuando se alcanza el segundo triangulo ético, viene uno a procurar y lograr la conexión con su Intimo-Chesed. Conectándonos el Intimo con la ley (orden), con el Padre (el Ser manifestado) y con el Uno (el ser Absoluto). En esta etapa se adquiere la “contemplación iluminativa”, en este proceso surge el “amor doloroso”, pues en esta etapa se empiezan a tener las primeras conexiones con el “Amado”, con el Ser. Apareciendo los primero éxtasis o arrobamientos místicos; entonces empieza a existir certidumbre, evidencia de nuestro Ser; en esta etapa pasa de aprendiz a adepto, pero el proceso se hace doloroso pues la conexión con el Ser va y viene, es ocasional, entonces se sufre su ausencia. El contraste entre luz y tinieblas también se hace más evidente en esta etapa, por lo que el arrepentimiento se debe hacer más efectivo con la “Metanoia” o transformación de nuestra mente.
Cuando se inicia la conexión con el Intimo y surgen los primeros éxtasis, que pueden ir adquiriendo mayor o menor intensidad, aún le queda por comprender al adepto que todo ese amor recibido, es solo una muestra de lo que es y puede dar el Ser, pero lo necesario a comprender es que todo ese amor recibido, es el que nos queda a nosotros por dar a la humanidad; cuando se comprende realmente lo que es el amor y lo que nos queda por dar, podríamos optar a dar el salto hacia la morada del Padre en el triángulo del Logos. Hay que vivir una metanoia y una conversión en el amor, para ascender hasta la morada del Padre.
El aprendiz vive su angustia y dolor porque carece de amor y sabiduría, se siente lejano distante de su Ser o verdad. El Adepto empieza a tener su conexión y acercamiento con el Intimo-Chesed, empieza a gustar de su inclinación y disposición al Ser, pero aún le queda un gran trayecto hasta su conversión, pues no le basta experimentar el éxtasis o arrobamiento místico, le queda comprender que para alcanzar al Padre, al Ser, debe de abandonarse por completo, desasirse, vaciarse de su querido ego, tiene que renunciar a su satisfacción e insatisfacción personal, para poder cumplir con la voluntad del Padre así en la tierra como en el cielo. Esta voluntad todo poderosa del Padre es la voluntad del Amor inconmensurable.
*Tres son los niveles de la contemplación en la tradición cristiana: 1º purgativa, 2º iluminativa, 3º unitiva.
Atentamente:
Rafael Pavía. 09/05/2017.
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