Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado.
12:23 Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. (evangelio de Juan)
Estudiando el evangelio de Juan podemos comprender la diferencia entre el “Hijo del Hombre” y el “hijo de Dios”. Jesucristo se hace llamar Hijo del Hombre, en ello hace referencia a su parte humana. También se hace llamar Hijo del Hombre, por la revelación profética de Daniel:
“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un Hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de Él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; Su dominio es dominio eterno, que nunca pasará y Su reino uno que no será destruido” (Daniel 7:13-14).
62 Entonces el sumo sacerdote, levantándose, Le dijo: “¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra Ti?” 63 Pero Jesús se quedó callado. Y el sumo sacerdote Le dijo: “Te ordeno por el Dios viviente que nos digas si Tú eres el Cristo (el Mesías), el Hijo de Dios.” 64 Jesús le contestó: “Tú mismo lo has dicho; sin embargo, a ustedes les digo que desde ahora verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo sobre las nubes del cielo.” (Mateo 26: 62-64).
En el caso del evangelio de Mateo dirigido principalmente a los judíos, viene a confirmar la profecía de Daniel, como Hijo del Hombre. El vendrá del cielo, es decir de la conciencia superlativa del Ser; entre las nubes, es decir entre parábolas y misterios esotéricos. Y sentado a la diestra (parte consciente) del Poder (el Padre que es todo verdad).
Podemos concluir y terminar simplemente diciendo que el Hijo del Hombre en Cristo es la parte humana y que Cristo como hijo de Dios es la parte divina; pero entonces demostraríamos poca reflexión y comprensión. Cristo es la “Luz del Mundo” (Juan 8:12), y como luz del mundo nos alumbro desde el origen hasta el presente, pues Él es el Alfa y Omega (apocalipsis 22:13), principio y fin. El Cristo gnóstico nos acompañó a lo largo de toda la historia de la humanidad, y es por ello que puede llamarse “Hijo del Hombre”. Cristo como presencia inefable del Ser, siempre estuvo desde nuestros orígenes formándonos y construyéndonos a semejanza de Dios; desde la primera raza hasta el presente, desde Adán hasta la actualidad. Por tanto, Cristo es plenamente conocedor de la condición humana, pues la conoce desde el principio, hasta su pleno desarrollo.
Unos griegos buscan a Jesús:
12:20 Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta.
12:21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús.
12:22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.
12:23 Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado.
(evangelio de Juan).
El Cristo espera a los griegos, porque ellos representan la completa formación humana, incluyendo la capacidad racional. Los griegos después de las conquistas de Alejandro Magno (356 a.C.- 323 a.C.) dieron a la humanidad la completitud del hombre, en su forma instintiva-sexual, emocional, e intelectual. Con los griegos los fundamentos filosóficos, alcanzaron su plena forma y por ello los griegos son considerados los padres de la filosofía, esto es los amantes de la sabiduría. Aunque nos será hasta el renacimiento que la cultura occidental active de forma colectiva la capacidad intelectual. Por tanto, Cristo espera a los griegos para poder glorificar al Hijo del Hombre, que es, Él mismo, es decir que Cristo es esa misma “completitud humana”, Cristo como Luz del Mundo, como Alfa y Omega, es la misma historia, evolución y desarrollo humano. Él dice: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuera, YO SOY. (juan 8:58). Él siempre estuvo presente en nuestra trayectoria humana, Él mejor que nadie sabe quiénes somos y que somos; y Por ello Cristo es Hijo del Hombre.
¿Qué significa glorificar al Hijo del Hombre? Pues que el Hijo de Hombre se convierta en hijo de Dios; aunque Juan el Bautista reconoce a Jesucristo como Hijo de Dios, Jesucristo se sigue llamando a sí mismo como Hijo del Hombre. Este es el testimonio de Juan el Bautista:
1:33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.
1:34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios. (evangelio de Juan).
Para glorificar al Hijo del Hombre, este debe de convertirse en Hijo de Dios, esto es Hijo de su Dios-creador-verbo y verdad. Así dios es “Verdad”, la verdad de un amor pleno desde el principio al fin; la verdad de la Luz, de la sabiduría del Padre.
Jesucristo les dice, que donde Él va a ir ellos no puede ir, pues va a ir al encuentro de la verdad plena del Padre, donde poder glorificarse:
13:36 Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; más me seguirás después. (evangelio de Juan).
Les dice esto, “A donde yo voy, no me puedes seguir ahora”, porque en busca de su glorificación o unión completa con el Padre que es verdad, no puede aún comunicarles la verdad absoluta, hasta que no pase por la muerte y resurrección y entonces mostrar el verdadero reino; reino que no es de este mundo, porque la verdad absoluta, pertenece a Agnostos Theos, al dios desconocido que develara con posterioridad a su muerte y resurrección mediante el Pistis Sophia, el poder de la sabiduría.
Glorificar al Hijo, significa conocer la verdad absoluta y con ello nuestro verdadero y autentico origen, el Alfa, el principio de todo, principio de nuestro espíritu y nuestra materia. Con el Hijo del Hombre podemos acceder a la verdad relativa, aquella verdad del mundo creado, manifestado, aquella verdad de Logos-creador-demiurgo, pero tal verdad es relativa, pues pertenece a un mundo o reino creado, mientras que la verdad absoluta del Padre incluye lo increado y lo creado, lo atemporal y lo temporal, lo perecedero y lo imperecedero, lo manifestado y lo inmanifestado; esto es, el origen y el presente, con todo su transcurso, donde el Hijo ha formado todo lo humano y en el ahora presente se concilia con su origen.
Por tanto, el Hijo del Hombre, el Cristo, se glorifica con la conciencia superlativa (superior) del Ser, llevando lo humano a lo divino y más allá. Se trata de conocer no solo la completitud de lo humano, sino como todo lo creado se vuele a su unidad primordial. Uniendo en su sacro misterio origen y presente.
Y así dice el evangelio de Tomas:
Jesús les dijo: «Cuando seáis capaces de hacer de dos cosas una, y de configurar lo interior con lo exterior, y lo exterior con lo interior, y lo de arriba con lo de abajo, y de reducir a la unidad lo masculino y lo femenino, de manera que el macho deje de ser macho y la hembra hembra; cuando hagáis ojos de un solo ojo (...) entonces podréis entrar [en el Reino]».
La pascua de resurrección es la celebración de la unión completa del Hijo con el Padre, de lo divino y humano, es la entrada al verdadero reino; reino que no es de este mundo, porque este mundo, no solo puede ser humano, es decir basado en la creación, en lo temporal, en lo circunstancial, sino que el reino es la Unidad completa, absoluta, del Padre manifestado e inmanifestado. Así el padre y el Hijo son Uno: “Yo y el Padre uno somos”. Origen y presente unidos, confieren un estado de resurrección del Ser.
Todo el dolor humano vivido en la vida, pasión y muerte de Cristo, no tiene otro sentido que la unión del Hijo y del Padre, obteniendo la gloria de la resurrección. En la medida que nosotros hemos sido creados y desarrollados en nuestra parte humana, hemos gestado y conformado un mundo dentro de lo relativo y circunstancial, ahora, después de la resurrección viene la verdadera “Luz del Mundo”, aquella que nos devela el verdadero "Reino" toda la verdad del Hijo y del Padre en Uno; nos devela el origen y el presente en Uno. Cristo siempre estuvo presente en nuestra trayectoria humana, Él mejor que nadie sabe quiénes somos y que somos; y por ello Cristo es Hijo del Hombre, he Hijo de Dios cuando nos devela la verdad absoluta, y el origen del Ser; esta es la resurrección de pascua con toda su gloria.
Atentamente:
Rafael Pavía. 27/ 03/2018.
12:20 Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta.
12:21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús.
12:22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.
12:23 Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado.
(evangelio de Juan).
El Cristo espera a los griegos, porque ellos representan la completa formación humana, incluyendo la capacidad racional. Los griegos después de las conquistas de Alejandro Magno (356 a.C.- 323 a.C.) dieron a la humanidad la completitud del hombre, en su forma instintiva-sexual, emocional, e intelectual. Con los griegos los fundamentos filosóficos, alcanzaron su plena forma y por ello los griegos son considerados los padres de la filosofía, esto es los amantes de la sabiduría. Aunque nos será hasta el renacimiento que la cultura occidental active de forma colectiva la capacidad intelectual. Por tanto, Cristo espera a los griegos para poder glorificar al Hijo del Hombre, que es, Él mismo, es decir que Cristo es esa misma “completitud humana”, Cristo como Luz del Mundo, como Alfa y Omega, es la misma historia, evolución y desarrollo humano. Él dice: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuera, YO SOY. (juan 8:58). Él siempre estuvo presente en nuestra trayectoria humana, Él mejor que nadie sabe quiénes somos y que somos; y Por ello Cristo es Hijo del Hombre.
1:33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.
1:34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios. (evangelio de Juan).
Para glorificar al Hijo del Hombre, este debe de convertirse en Hijo de Dios, esto es Hijo de su Dios-creador-verbo y verdad. Así dios es “Verdad”, la verdad de un amor pleno desde el principio al fin; la verdad de la Luz, de la sabiduría del Padre.
Jesucristo les dice, que donde Él va a ir ellos no puede ir, pues va a ir al encuentro de la verdad plena del Padre, donde poder glorificarse:
13:36 Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; más me seguirás después. (evangelio de Juan).
Les dice esto, “A donde yo voy, no me puedes seguir ahora”, porque en busca de su glorificación o unión completa con el Padre que es verdad, no puede aún comunicarles la verdad absoluta, hasta que no pase por la muerte y resurrección y entonces mostrar el verdadero reino; reino que no es de este mundo, porque la verdad absoluta, pertenece a Agnostos Theos, al dios desconocido que develara con posterioridad a su muerte y resurrección mediante el Pistis Sophia, el poder de la sabiduría.
Por tanto, el Hijo del Hombre, el Cristo, se glorifica con la conciencia superlativa (superior) del Ser, llevando lo humano a lo divino y más allá. Se trata de conocer no solo la completitud de lo humano, sino como todo lo creado se vuele a su unidad primordial. Uniendo en su sacro misterio origen y presente.
Y así dice el evangelio de Tomas:
Jesús les dijo: «Cuando seáis capaces de hacer de dos cosas una, y de configurar lo interior con lo exterior, y lo exterior con lo interior, y lo de arriba con lo de abajo, y de reducir a la unidad lo masculino y lo femenino, de manera que el macho deje de ser macho y la hembra hembra; cuando hagáis ojos de un solo ojo (...) entonces podréis entrar [en el Reino]».
La pascua de resurrección es la celebración de la unión completa del Hijo con el Padre, de lo divino y humano, es la entrada al verdadero reino; reino que no es de este mundo, porque este mundo, no solo puede ser humano, es decir basado en la creación, en lo temporal, en lo circunstancial, sino que el reino es la Unidad completa, absoluta, del Padre manifestado e inmanifestado. Así el padre y el Hijo son Uno: “Yo y el Padre uno somos”. Origen y presente unidos, confieren un estado de resurrección del Ser.
Atentamente:
Rafael Pavía. 27/ 03/2018.
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