lunes, 18 de diciembre de 2017

Sin ego no hay dualidad

Sin ego no hay dualidad.

Es el ego, quien genera la ilusión de la dualidad. El yo sintiéndose una identidad o uno diferenciado y separado de todos y de todo cae en la soledad de su inconsciente o ignorancia, se siente vacío en sí mismo, lo que lleva al ego a buscar cómo llenarse, como sentirse pleno. El ego sintiéndose vacío, busca fortalecer su identidad, que identifica con su nombre, con su cuerpo, con su personalidad, pero siendo insuficiente su propia identidad, busca reforzarse con otros y otras cosas. Busca el ego vacío de sí mismo el apoyo en otras personas afines a él, busca reforzarse el ego con objetos, que al sentirlo fuera de sí mismo genera la actitud del “yo posesivo de lo mío”. Todo el dualismo del ego es una ilusión, una ilusión que genera el deseo de poseer, amigos, compañeros, pareja; el ego al sentirse separado de todo es lógico que quiera poseerlo todo, así habla de mi dios, de mi mundo, de mi país, de mi familia, de mi trabajo, de mi casa, etc. el yo necesita del “mi” para sentirse reforzado, para llenarse a sí mismo, pues no soporta su condición o naturaleza vacía.


Si no tuviéramos ego, no habría nadie para agarrarse al “mi”, es decir no habría nadie para poseer, ni nadie que se sintiera separado de nada ni de nadie. Entonces el Intimo tomaría la posesión de su atributo como testigo de la existencia. Así, el sí mismo con el “yo” se vuelve dual y separatista, mientras que el sí mismo sentido desde el Íntimo nos conecta con la “unidad, la ley u orden y el Padre”; el Intimo se convierte en el testigo de la existencia; un testigo que no se identifica con los episodios de la vida, un testigo que ve desde la mente interior todo lo que acaece en el mundo sensual o físico y el mundo de la psiquis o mente intermedia. De ese modo es como el Intimo puede ver la existencia como si de una película se tratara; el Intimo permanece lucido y atento al momento eterno siempre presente.

La diferencia del sí mismo sentido por el Intimo y el sí mismo sentido por el ego, es que el Intimo reconoce su vacuidad, es consciente de su realidad vacía, donde no hay yo, ni ego, y por tanto nadie que pueda poseer. Mientras que el ego o yo, no es consciente de su realidad vacía, por lo que se siente angustiado por no tener una identidad; es decir el ego ignora la realidad de su naturaleza, ese es el gran problema del sueño del ego; mientras el Intimo mantiene la conciencia de la vacuidad, la unidad y el amor, la conciencia egocéntrica del yo nos embotella en su ilusión o sueño dual. 



Es por ello que el ego requiere de apropiarse, de su historia personal, quiere sentirse aquel que nació en tal o cual lugar, que tuvo aquella familia con la que se lo paso bien o mal, quiere el ego poseer un guión de acontecimientos donde poder identificarse, donde poder justificar por qué “soy así”. El ego sin historia, sin ayer o los ayeres del pasado no se siente a sí mismo. Por ello dice el M. Samael que el yo es del tiempo, que el yo es recuerdo, que el yo es del ayer. Al ego no le gusta vivir el presente, ni sentir la eternidad o lo atemporal.

Mientras que el Intimo mediante la mente interior, reconoce que es vacío, es decir carente de cualquier identidad, cuestión que debe experimentarse al reconocer al observador, es decir, aquel que realmente observa en nosotros. Para experimentar en nuestra mente interior al observador, debemos ser partícipes del silencio como un estado de conciencia; en el silencio hay quietud, en el silencio hay serenidad, en el silencio no hay nada, no hay deseo, el silencio es diáfano, es vacío; por todo ello el silencio tiene la cualidad de observar, y desde el silencio el Intimo observa.

El Intimo desde la mente interior observa a la mente sensual o mundo externo, y también observa a la mente intermedia, esta, se sitúa entre el mundo exterior y lo interior, por ello se llama mente intermedia, aunque con la actitud del ego se siente completamente identificada con el mundo exterior o mente sensual. La cualidad del observador o el Intimo permite ver los objetos sensuales como lo que son, es decir objetos externos percibidos por los sentidos sensuales (que como sabemos son engañosos); más el Intimo tiene la cualidad de poder ver la actividad de la mente intermedia, que es aquella mente donde pensamos, razonamos, sentimos, recordamos, etc., desde lo interior, es decir desde la conciencia superlativa del Ser, por lo que también puede ver la actividad psíquica como objetos, que vienen y van, que aparecen y desaparecen, etc.


El intimo observa desde el silencio, desde la vacuidad, allí no hay nada ni nadie, más que una atención plena, un observador que ni condena ni justifica, pues no tiene prejuicios, ni preconceptos, pues está en silencio, es vacuo. Al no condenar ni justificar comprende la realidad de lo que percibe, ya sea que perciba el mundo externo o el mundo de la mente intermedia, es decir toda la actividad psíquica.

En la medida en que nos posicionemos en el Intimo, nuestra mente interior entrara en actividad, comprendiendo mejor cual es la naturaleza del Ser. Y recordamos que el M. Samael nos dice que el Ser no tiene nada que ver con el yo, ni con el yo inferior, ni con el yo superior; es decir en el Ser no hay yo, no hay una identidad que diga “yo”. Por tanto, no puede haber ayer, ni historia personal, ni posesiones, porque no hay nadie que posea, no hay nadie que se aferre a nada ni a nadie. Si por un momento atendemos a lo dicho por el M. Samael descubrimos que el “yo” es una ilusión. Es por ello que el ego genera una dualidad, genera un dualismo donde sentirse fuera o dentro, arriba o abajo, a la izquierda o a la derecha, en lo material o lo espiritual, el yo buscara un tú y un yo; busca el ego en su ilusión o sueño poder situarse en algún lugar, en un espacio, en un tiempo, donde decir “ahí estoy yo” o “ahí estuve yo”, “ese es mi país” “esa es mi religión”, etc. Así el ego genera toda una multiplicidad de “yoes” que en realidad son “duplicidades”, es decir vamos duplicando el yo y la existencia, creando más identidades, más ayeres, más deseos, posesiones, etc. el “Yo” con su sueño e ilusiones pretende fortalecerse duplicándose. Por ello al ego le interesa existir en la mente intermedia con su dualidad.


El sentir del sí mismo sin ego es decir desde el Intimo, no requiere crear una dualidad, sin dualidad no hay ego, no hay “yo”; sin dualidad hallamos la unidad. La unidad es simple y directa como el silencio, en la unidad no hay, ni existe la distorsión que crea el ego sobre la existencia. De modo que el intimo se torna en el observador directo, claro, sencillo, sin prejuicio, ni preconcepto, siempre abierto, nuevo, despierto; y sin estar condicionado afronta las situaciones desde el presente eterno.

El ego pretende generar la dualidad, para decidir, para actuar, para hacer, para tener, en resumen, para que el “yo” exista tengo que creerme que hay un “tu”, un objeto, una cosa, un alguien fuera de mí, y que “yo” tenga que controlar o ser controlado, etc. Desde ese “mi pensamiento”, “mi situación”, “mi circunstancia”, “mi recuerdo”, etc. creo “tu yo” y “mi yo”, es decir creo un actor, me identifico con el “mi” y me siento protagonista de mi existencia, de mi guion, de mi película. Debemos procurar ver la película sin actor y ser simplemente un mero espectador de la existencia. Pero al ego no le gusta ser un observador real, prefiere seguir viviendo su mentira, creerse protagonista de su tragedia, de su comedia, identificarse con su ilusión y su sueño; la realidad es que el ego no puede reconocer ni soportar la naturaleza vacía del Ser. Y he ahí la trampa dual del ego, su dualidad con la cual crea y gestiona el “tú y el yo” lo exterior y lo interior, lo de arriba y lo de abajo, lo material y lo espiritual, con todo ello lo que pretende es crear dos realidades separadas, quebrantando la unidad.

Por ello comentamos en nuestro anterior articulo lo siguiente:

<Aquellos que solo practican la devoción y adoración al “dios nuestro”, olvidándose de su dios íntimo, entonces no pueden llegar a la verdadera comprensión de lo divino dentro de uno mismo. Las personas que solo adoran al “dios nuestro” olvidan a su íntimo, anulando la posibilidad de comprender ¿por qué Dios nos hizo a semejanza suya? El ser hechos a semejanza del creador implica que podemos ser dios o dioses. Pero para poder encontrar la respuesta a la semejanza con dios, debemos de encontrar a nuestra divinidad interior, es decir a nuestro Intimo, a nuestro Atmán o Chesed de la cábala, al “Dios en mi”.>

Mientras nos identifiquemos en la condición del ego, separaremos a “dios nuestro” de nuestro interior. Y también comentábamos:

<Para llegar al Padre hay que morir en el “ego” y su visión egocéntrica. Llegados al Intimo, la mística o el camino del bakty-yoga nos permite adquirir la humildad, la reverencia, la sumisión, la disciplina, el respeto, la fidelidad, etc., poniéndonos en orden con el sacrificio de sí mismo, la devoción, el amor por nuestros semejantes, etc. situándonos bajo la tutela del Padre creador.>

Ya que el Intimo nos conecta con “unidad, la ley y el Padre”, y también con el silencio y la vacuidad. Y recordábamos:

<Para llegar al Padre y alcanzar su perdón, debemos ser humildes, morir en sí mismos, sentir devoción, amor, fidelidad al Padre mediante su hijo, quien nos dijo: “Amaros los unos a los otros, como yo os he amado”. Debe nuestra individualidad, obediencia y sumisión al Padre, esta es la disciplina mística, donde el objetivo es debilitar al ego hasta eliminarlo; de modo que seremos perdonados en la medida en que nosotros amemos a nuestros semejantes como Cristo nos amó a nosotros.> 


En conclusión: 

El adorado y el adorador son Uno; en la unidad, todo es tal cual es, no hay diferencias, la diversidad es la unidad. Adorad al Señor hasta que el sea uno con vosotros, como dijo nuestro maestro Jesús:

"Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste".
                                                  Juan 17:21 (R.V. 1909)

Atentamente:

Rafael Pavía.                          18/12/2017.

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