“El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”.
(Juan 3:8. R.V.)
Estas son palabras de Jesús al rabino Nicodemus cuando le explica cómo se nace del espíritu, mediante al agua y espíritu: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. (Juan 3:5. R.V.).
Aquí en estas frases encontramos la clave alquimista que nos permite nacer o llegar a ser uno con el espíritu, encontrando la clave también de cómo es el nacido del espíritu. Este es como el viento que “ni sabes de dónde viene, ni a dónde va”. Esta cita es extraordinaria y maravillosa, ser nacido del espíritu, significa no tener un pasado que te condicione, un pasado que sea un lastre que te ancle en un nivel de Ser. El nacido del espíritu no tiene donde apegarse, donde aferrarse, sencillamente se deja llevar por el sopo divino. Así, el ego que es producto de los muchos ayeres, no puede seguir el soplo divino, el ego se queda atrapado en el tiempo, se aferra a sus sentimientos, a sus emociones mundanas y no puede soltarse, elevarse hacia el mundo de espíritu.
El viento no sabe dónde va, porque tampoco está condicionado, no carga con prejuicios, con preconceptos, es totalmente vacío. Por ello no siente temor de dejarse llevar de un lado a otro. Así los nacidos del espíritu, no sienten temor, se dejan llevar por su Ser. Es algo maravilloso poder ser tan ligero, por ello añoramos poder volar.
El ego es una pesada carga, allí sostenemos nuestros ayeres, nuestro pasado, nuestros prejuicios, preconceptos, miedos, etc. Si buscamos nacer en el espíritu, si buscamos que el Ser nos guie, debemos sentir el espíritu del viento, como el famoso mantra “Wu”, sentir el vacío, sentir que nada te sujeta, sentir que nada eres, sentir que no hay ningún yo dentro de ti.
Cuan hermoso y sencillo es volar con nuestro espíritu, que extraordinario es darse cuenta que nuestro vuelo es permitido por quien siempre estuvo ahí, por quien nuca puso una sola condición para que su amor divino fuera expresado. Volar, no es soñar, volar es despertar, volar es abrazar un espacio inabarcable, ilimitado, donde el viento viaja sobre los mares, las montañas, las ciudades, para descubrir que el espacio por donde vuela y ve el mundo es el mismo Ser.
¡Que maravilloso!!! ¡Que maravilloso!!!
Sé cómo el viento, se cómo el nacido del espíritu, concédete el derecho de volar, no sigas más en tu prisión, en tú jaula, abre la puerta de tu jaula y vuela, aprende a volar sin temor, conquista los cielos y veras realmente quien eres y como eres, y veras que todo tu vuelo, todo tu viaje desde el principio de los principios, desde el Alfa al Omega el final, el Cristo siempre estuvo presente. Porque Él es atemporal, Él no tiene medida de tiempo. Si despertar es una condición o estado de Cristo, entonces no hay lugar para lo temporal, por ello el despertar, el volar con nuestro espíritu, es un estado del presente, del aquí y ahora.
Vuela!!! ¡Vuela!!! ¡Vuela!!!
Los místicos y verdaderos filósofos ponen alas en su corazón, saben ellos que su corazón no puede quedar atrapado en su jaula, saben que existe y siempre existió un espacio libre e incondicionado. Si no alcanzas tu espacio libre de condicionamientos, si no escapas de tu jaula, no conocerás el verdadero y único amor. Es verdadero el amor cuando sin obstáculos puede moverse o manifestarse, y es único, porque es ecuánime, pues el amor es incluyente, a todos y a todo ama. Por ello el amor del Ser llega a trascender el aire y penetra en el mismo espacio insondable donde todo se manifiesta y donde todo es creado. El amor del Ser hace que el viento y el fuego de la misma roca sea despertado, así el Espíritu todo lo penetra, a todo le da vida. Y quemando al propio tiempo caduco, nos concede la inmortalidad de lo eterno.
¡Muere en ti mismo y serás resucitado en lo eterno!!!
Ahora no pongas condiciones, no pongas limites, no pienses que estas atrapado; ahora solo debes sentir el presente, mantente en el presente, persiste en el presente, todo lo demás ira pasando, una cosa detrás de la otra. Pero persiste en el presente, no te alejes del presente, veras como todo pasa, todo va pasando y llegara el momento en que tu presente se impregnara de lo eterno, entonces empezaras a volar, dejaras que las cosas pasen y te sentirás como el viento, que ve todo lo que acontece aquí y allá, sabiendo que el soplo divino es el que siempre lo lleva.
Sé cómo el viento, se cómo el nacido del espíritu, concédete el derecho de volar, no sigas más en tu prisión, en tú jaula, abre la puerta de tu jaula y vuela, aprende a volar sin temor, conquista los cielos y veras realmente quien eres y como eres, y veras que todo tu vuelo, todo tu viaje desde el principio de los principios, desde el Alfa al Omega el final, el Cristo siempre estuvo presente. Porque Él es atemporal, Él no tiene medida de tiempo. Si despertar es una condición o estado de Cristo, entonces no hay lugar para lo temporal, por ello el despertar, el volar con nuestro espíritu, es un estado del presente, del aquí y ahora.
Vuela!!! ¡Vuela!!! ¡Vuela!!!
¡Muere en ti mismo y serás resucitado en lo eterno!!!
Ahora no pongas condiciones, no pongas limites, no pienses que estas atrapado; ahora solo debes sentir el presente, mantente en el presente, persiste en el presente, todo lo demás ira pasando, una cosa detrás de la otra. Pero persiste en el presente, no te alejes del presente, veras como todo pasa, todo va pasando y llegara el momento en que tu presente se impregnara de lo eterno, entonces empezaras a volar, dejaras que las cosas pasen y te sentirás como el viento, que ve todo lo que acontece aquí y allá, sabiendo que el soplo divino es el que siempre lo lleva.
Atentamente:
Rafael Pavía. El 6 de diciembre de 2017.
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