Es el ego, quien genera la ilusión de la dualidad. El yo sintiéndose una identidad o uno diferenciado y separado de todos y de todo cae en la soledad de su inconsciente o ignorancia, se siente vacío en sí mismo, lo que lleva al ego a buscar cómo llenarse, como sentirse pleno. El ego sintiéndose vacío, busca fortalecer su identidad, que identifica con su nombre, con su cuerpo, con su personalidad, pero siendo insuficiente su propia identidad, busca reforzarse con otros y otras cosas. Busca el ego vacío de sí mismo el apoyo en otras personas afines a él, busca reforzarse el ego con objetos, que al sentirlo fuera de sí mismo genera la actitud del “yo posesivo de lo mío”. Todo el dualismo del ego es una ilusión, una ilusión que genera el deseo de poseer, amigos, compañeros, pareja; el ego al sentirse separado de todo es lógico que quiera poseerlo todo, así habla de mi dios, de mi mundo, de mi país, de mi familia, de mi trabajo, de mi casa, etc. el yo necesita del “mi” para sentirse reforzado, para llenarse a sí mismo, pues no soporta su condición o naturaleza vacía.
La diferencia del sí mismo sentido por el Intimo y el sí mismo sentido por el ego, es que el Intimo reconoce su vacuidad, es consciente de su realidad vacía, donde no hay yo, ni ego, y por tanto nadie que pueda poseer. Mientras que el ego o yo, no es consciente de su realidad vacía, por lo que se siente angustiado por no tener una identidad; es decir el ego ignora la realidad de su naturaleza, ese es el gran problema del sueño del ego; mientras el Intimo mantiene la conciencia de la vacuidad, la unidad y el amor, la conciencia egocéntrica del yo nos embotella en su ilusión o sueño dual.
Mientras que el Intimo mediante la mente interior, reconoce que es vacío, es decir carente de cualquier identidad, cuestión que debe experimentarse al reconocer al observador, es decir, aquel que realmente observa en nosotros. Para experimentar en nuestra mente interior al observador, debemos ser partícipes del silencio como un estado de conciencia; en el silencio hay quietud, en el silencio hay serenidad, en el silencio no hay nada, no hay deseo, el silencio es diáfano, es vacío; por todo ello el silencio tiene la cualidad de observar, y desde el silencio el Intimo observa.
El Intimo desde la mente interior observa a la mente sensual o mundo externo, y también observa a la mente intermedia, esta, se sitúa entre el mundo exterior y lo interior, por ello se llama mente intermedia, aunque con la actitud del ego se siente completamente identificada con el mundo exterior o mente sensual. La cualidad del observador o el Intimo permite ver los objetos sensuales como lo que son, es decir objetos externos percibidos por los sentidos sensuales (que como sabemos son engañosos); más el Intimo tiene la cualidad de poder ver la actividad de la mente intermedia, que es aquella mente donde pensamos, razonamos, sentimos, recordamos, etc., desde lo interior, es decir desde la conciencia superlativa del Ser, por lo que también puede ver la actividad psíquica como objetos, que vienen y van, que aparecen y desaparecen, etc.
En la medida en que nos posicionemos en el Intimo, nuestra mente interior entrara en actividad, comprendiendo mejor cual es la naturaleza del Ser. Y recordamos que el M. Samael nos dice que el Ser no tiene nada que ver con el yo, ni con el yo inferior, ni con el yo superior; es decir en el Ser no hay yo, no hay una identidad que diga “yo”. Por tanto, no puede haber ayer, ni historia personal, ni posesiones, porque no hay nadie que posea, no hay nadie que se aferre a nada ni a nadie. Si por un momento atendemos a lo dicho por el M. Samael descubrimos que el “yo” es una ilusión. Es por ello que el ego genera una dualidad, genera un dualismo donde sentirse fuera o dentro, arriba o abajo, a la izquierda o a la derecha, en lo material o lo espiritual, el yo buscara un tú y un yo; busca el ego en su ilusión o sueño poder situarse en algún lugar, en un espacio, en un tiempo, donde decir “ahí estoy yo” o “ahí estuve yo”, “ese es mi país” “esa es mi religión”, etc. Así el ego genera toda una multiplicidad de “yoes” que en realidad son “duplicidades”, es decir vamos duplicando el yo y la existencia, creando más identidades, más ayeres, más deseos, posesiones, etc. el “Yo” con su sueño e ilusiones pretende fortalecerse duplicándose. Por ello al ego le interesa existir en la mente intermedia con su dualidad.
El ego pretende generar la dualidad, para decidir, para actuar, para hacer, para tener, en resumen, para que el “yo” exista tengo que creerme que hay un “tu”, un objeto, una cosa, un alguien fuera de mí, y que “yo” tenga que controlar o ser controlado, etc. Desde ese “mi pensamiento”, “mi situación”, “mi circunstancia”, “mi recuerdo”, etc. creo “tu yo” y “mi yo”, es decir creo un actor, me identifico con el “mi” y me siento protagonista de mi existencia, de mi guion, de mi película. Debemos procurar ver la película sin actor y ser simplemente un mero espectador de la existencia. Pero al ego no le gusta ser un observador real, prefiere seguir viviendo su mentira, creerse protagonista de su tragedia, de su comedia, identificarse con su ilusión y su sueño; la realidad es que el ego no puede reconocer ni soportar la naturaleza vacía del Ser. Y he ahí la trampa dual del ego, su dualidad con la cual crea y gestiona el “tú y el yo” lo exterior y lo interior, lo de arriba y lo de abajo, lo material y lo espiritual, con todo ello lo que pretende es crear dos realidades separadas, quebrantando la unidad.
Por ello comentamos en nuestro anterior articulo lo siguiente:
<Aquellos que solo practican la devoción y adoración al “dios nuestro”, olvidándose de su dios íntimo, entonces no pueden llegar a la verdadera comprensión de lo divino dentro de uno mismo. Las personas que solo adoran al “dios nuestro” olvidan a su íntimo, anulando la posibilidad de comprender ¿por qué Dios nos hizo a semejanza suya? El ser hechos a semejanza del creador implica que podemos ser dios o dioses. Pero para poder encontrar la respuesta a la semejanza con dios, debemos de encontrar a nuestra divinidad interior, es decir a nuestro Intimo, a nuestro Atmán o Chesed de la cábala, al “Dios en mi”.>
Mientras nos identifiquemos en la condición del ego, separaremos a “dios nuestro” de nuestro interior. Y también comentábamos:
<Para llegar al Padre hay que morir en el “ego” y su visión egocéntrica. Llegados al Intimo, la mística o el camino del bakty-yoga nos permite adquirir la humildad, la reverencia, la sumisión, la disciplina, el respeto, la fidelidad, etc., poniéndonos en orden con el sacrificio de sí mismo, la devoción, el amor por nuestros semejantes, etc. situándonos bajo la tutela del Padre creador.>
Ya que el Intimo nos conecta con “unidad, la ley y el Padre”, y también con el silencio y la vacuidad. Y recordábamos:
<Para llegar al Padre y alcanzar su perdón, debemos ser humildes, morir en sí mismos, sentir devoción, amor, fidelidad al Padre mediante su hijo, quien nos dijo: “Amaros los unos a los otros, como yo os he amado”. Debe nuestra individualidad, obediencia y sumisión al Padre, esta es la disciplina mística, donde el objetivo es debilitar al ego hasta eliminarlo; de modo que seremos perdonados en la medida en que nosotros amemos a nuestros semejantes como Cristo nos amó a nosotros.>
En conclusión:
El adorado y el adorador son Uno; en la unidad, todo es tal cual es, no hay diferencias, la diversidad es la unidad. Adorad al Señor hasta que el sea uno con vosotros, como dijo nuestro maestro Jesús:
"Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste".
Juan 17:21 (R.V. 1909)
Atentamente:
Rafael Pavía. 18/12/2017.