La fe de la creencia, la fe de la experiencia, y la fe del conocimiento.
“Tomás, porque
me has visto, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”.
Juan 20:29.
Existe la fe crédula,
aquella que necesita creer sin tener experiencia ni conocimiento, esta fe es débil
porque se ampara en un Dios externo a sí mismo. El simple creyente depende de
lo que otros dicen sobre la fe, sobre, Dios, sus profetas, etc. quien solo cree
no puede confiar en sí mismo, debido a la gran dependencia que tiene de los demás,
ya sean santos, apóstoles, etc.
La fe de la
experiencia tiene mayor solidez, es una fe que ya se siente dentro de uno
mismo, que ya no tiene tanta dependencia de lo exterior, es una fe que se basa
en experiencias psíquicas del alma donde se puede vivir la experiencia de la
paz, del amor y también con experiencias reveladoras como sueños, experiencias
astrales o sueños lucidos. Las experiencias de mayor calado son las que
incluyen el éxtasis o el arrobamiento místico, estas últimas experiencias son muy
válidas porque en ellas se incluye cierto desasimiento, permitiendo vivir la
naturaleza divina.
La fe del
conocimiento es muy exigente, pues va pasando de una fe débil con apoyos
externos, a una fe experimental pero que aún no comprende el noúmeno o causa de
los fenómenos que experimenta el alma y su relación con el espíritu. Finalmente,
la fe del conocimiento o la fe gnóstica se ampara en una comprensión plena de sí
mismo, de toda nuestra naturaleza física, psíquica y espiritual. En esta fe no
caben dudas sobre la realidad de uno mismo, de su mente, de su ego, de su
naturaleza divina, original, etc. en esta fe hay plena conciencia de sí mismo.
Atentamente:
Rafael Pavía. 17/
abril/ 2017.
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