Gnosis, los arquetipos y la unidad del Ser.
Los arquetipos* son ideas primarias, básicas, de donde se toman los patrones y modelos, para el desarrollo de estructuras y organizaciones. Si hablamos de lo psicológico y lo ontológico, nos dirigimos hacia la estructura y el orden del Ser.
Los arquetipos se representan mediante imágenes y mitos, así cada cultura ha desarrollado su propia simbología, su propio imaginario, griegos, romanos, egipcios hindúes, celtas, etc. se entiende que las imágenes vienen a representar con diferentes formas los mismos contenidos, aunque cada cultura haya incidido en realidades diferentes del Ser.
Dentro del cristianismo gnóstico primitivo, surgieron diferentes representaciones divinales, como Aion, Abraxas, Ouroboros o serpientes de las ofitas, etc. en esta época inicial del cristianismo la influencia pagana se hacía notar. Con posterioridad los símbolos y arquetipos cristianos se centraron en Jesucristo y sus doce apóstoles, aunque hubo diferentes concepciones entre los gnósticos sobre la estructura y organigrama del Ser. Citamos a continuación algunas de las partes del Ser según el libro del Pistis Sophia de los gnósticos valentinianos: los 24 Invisibles, los 12 Apóstoles o Salvadores Interiores, los Guardianes del Tesoro de la Luz, el poder rostro de león, la Santísima Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Santo, María, Pedro, Martha, Felipe, Tomas, los arcontes de la ley, etc.
El M. Samael dice que el Ser es 1, luego 3, y sigue con el 7, el 12, 24, 48, y sigue multiplicándose en las diferentes manifestaciones del universo, y al fin y al cabo toda forma, toda imagen del universo proviene del 1. La conexión con los diferentes arquetipos o manifestaciones del Ser dependerán de lo cercano que estemos al Uno, a la unidad que todo lo sustenta. Los arquetipos se representan psíquicamente en el mundo onírico, en este espacio surgen las imágenes que personifican al Ser, en este ámbito de imágenes y representaciones, es necesario el despertar de la imaginación o concentración, se requiere una mente atenta, capaz de percibir estas imágenes; posteriormente deberemos interpretar tales imágenes mediante la inspiración en conexión con el Ser, es decir procurando la reconciliación con la Unidad. Cuando buscamos la inspiración del Ser, debemos de dejar la superstición, los miedos, separando claramente lo que concierne al Ser y sus directrices y aquello que nos sigue sumiendo en nuestra oscuridad o ignorancia del propio Ser. Finalmente debemos alcanzar la intuición allí dejamos el mundo de las imágenes, para centrarnos en el contenido de toda forma, que ha de llevarnos hacia la unidad.
Ya en el proceso de la inspiración, no debemos de dejarnos engañar por el mundo de las formas y sus imágenes, pues la identificación con las formas nos lleva al mundo material y subjetivo, las formas son cambiantes, son temporales; por lo que la inspiración nos debe de mostrar los valores reales de las formas, los valores son sus contenidos, así la Madre Divina no solo se mostrara en una imagen concreta, si no que como valor real conectado en nuestro Ser, la Madre Divina la podremos percibir en toda madre terrenal, en toda mujer, niña y anciana, como bien nos señalaba el M. Samael. Finalmente, por medio de la intuición, dejaremos de necesitar de imágenes y ensoñaciones, para desde la propia realidad percibir al Ser en su unidad y totalidad.
El imaginario de la humanidad ha sido inagotable, representando al mal con sus demonios y seres infernales, también se representan ángeles, dioses, cielos e infiernos; en el caso del cristianismo con los doce apóstoles, que se relaciona con los doce signos del zodiaco se representan potencias y valores útiles para el Ser. De modo que una pequeña parte que somos nosotros, se relaciona con el resto del Ser, mediante el imaginario y sus múltiples y variadas formas. Todas estas formas pueden mostrarse tanto en el mundo externo, como en el mundo onírico o psíquico; así el árbol representa arquetípicamente al Ser en multitud de culturas, el Ser con sus raíces, con su tronco y ramas, hasta alcanzar la copa o parte superior del árbol que se dirige al cielo, también las montañas representan al Ser, como también una esfera, etc. La cuestión es que tanto por fuera como por dentro tenemos que hallar la unidad del todo.
Nuestra mente es capaz de crear multitud de representaciones, y también en la misma mente se disuelven, esta capacidad de la mente se le asigna a la Madre Divina, pues la Madre se ocupa de crear formas y también de disolverlas, cuestión que podemos ver en el mundo externo, en la Madre Natura, en un proceso continuo de nacimientos y muertes, tal operación de creación y disolución se ve en el propio universo, pues continuamente nacen y mueren estrellas y galaxias, esto viene a suceder en lo que llamamos Mente Universal. Todo lo que sucede fuera, sucede dentro de nosotros, así llegamos al punto en que todo lo exterior y lo interior pertenecen a una misma mente; así es como comprobaremos que la mente y el espacio son semejantes, son lo mismo. Esta enseñanza sobre el espacio y la mente está bien definida en el budismo atiyana o dzogchen (gran perfección), decía el maestro del dzogchen del actual Dalai Lama, SS Dilgo Khyentse Rinpoche:
“El no originado vasto y luminiscente espacio de sabiduría es la tierra del Ser; el comienzo y el fin de la confusión. La presencia de la consciencia en el estado primordial no tiene ninguna preferencia hacia la iluminación o la no iluminación. Esta tierra del Ser que es conocida como mente pura u original es la fuente desde la cual surgen los fenómenos. Es conocida como la gran madre, como el útero de la potencialidad desde la cual surgen todas las cosas y se disuelven en auto perfección natural y espontaneidad absoluta”.
(texto: La práctica del Dzogchen en la vida diaria).
Si alcanzamos a superar la dualidad exterior-interior, comprenderemos con profusa claridad que es el espacio-mente, y que son las formas externas e internas, originadas por la misma y única mente, por la misma y única Madre. La enseñanza que nos lleva hacia el Ser, que a veces denominamos individualidad sagrada, nos revela que dicha individualidad sagrada solo es pura y única dentro de una conciencia cósmica y universal. Esa individualidad sagrada es como una gota dentro del océano, no tiene un espacio propio, particular, privativo, personal, es una individualidad disuelta en el todo, en tal estado de conciencia no hay identificación con el mundo material, con el mundo de las formas, toda subjetividad queda disuelta ante la Gran Realidad. De este modo toda forma o imagen es un arquetipo del Ser, que se disolverá y volverá a surgir en la misma forma o de diferente forma, pero ya no es la forma lo importante, lo importante es haber conseguido la unidad del mundo material o de las formas y el mundo espiritual o de los contenidos, unificando a su vez mundo exterior e interior. El mundo exterior se disolverá y surgirá uno nuevo desde el mundo interior, esta continua rueda no cesa y no tiene ni principio ni fin. Lo exterior no se supedita a lo interior y viceversa, pues exterior e interior forman parte de una misma mente.
¡Despierta en la luz!
Atentamente:
Rafael Pavia. 12/01/2017.
*Arquetipo (del griego αρχή, arjé, ‘fuente’, ‘principio’ u ‘origen’, y τυπος, tipos, ‘impresión’ o ‘modelo’) es el patrón ejemplar del cual otros objetos, ideas o conceptos se derivan. (Wikipedia)
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