Una historia
de los Maestros del camino:
los padres, el
vidente, el erudito, el tántrico y el gurú.
Djedú era una mujer joven e inquieta, ella buscaba con todo su corazón, encontrar la verdad; sabía que en este mundo debería existir gente, maestros, que pudieran enseñar el camino hacia la verdad. Ella nació en Egipto de ahí su nombre que significa Pilar, sus padres eran diplomáticos trabajaban para la O.N.U., sus padres le inculcaron la idea de ser una ciudadana del mundo. Djedu esperaba tener sus 21 años para realizar el viaje de su vida, en procura de saciar su corazón hambriento de sabiduría, ella tenía en su naturaleza un corazón bondadoso, alegre, jovial, e inocente. Le indicaron que en la India existía un gran vidente, a quien consideraban también un gran gurú, con numerosos discípulos; fue a verlo y pidió audiencia.
Djedú, se acercó al maestro que estaba sentado en su trono majestuoso, por todo su alrededor había ornamentos que asemejaban un trono situado en el mismo cielo. Djedú se le acerco reverentemente y pregunto:
Djedú: Gran maestro, mi corazón esta sediento de sabiduría, necesito conocer la realidad y verdad de esta vida. Por favor alumbra mi corazón.
El Gran Vidente, le dijo:
Yo puedo guiarte hasta la luz y liberar tu sufrimiento, deberás seguir mis enseñanzas y cumplir con todos los preceptos; deberás ser fiel y poner toda la fe en mí.
Djedú: Maestro, Gran Vidente, estoy dispuesta a cumplir todas tus exigencias, todo lo necesario, pero por favor, me podría decir en pocas palabras ¿que es la verdad?
El Gran Vidente: La verdad está escrita en los textos sagrados y en mis libros. Yo mismo he podido ver con mi tercer ojo la verdad, y por ello puedo confirmar que el cielo y los infiernos existen, que hay vida después de la muerte, todo ello es la pura verdad que yo he experimentado.
Djedú: y podre yo ver y experimentar todo eso, ¿cómo?
El Gran Vidente: La gracia de Dios solo viene a través del gurú, por ello solo siguiendo mi doctrina te abriré el tercer ojo y recibirás la luz.
Djedú, esperaba una respuesta de mayor calado, pues lo que el Gran Vidente le dijo, ella ya lo había leído, en los textos sagrados y en los libros del Gran Vidente. Se quedó un tiempo en el Ashram, allí vio como el gurú asombraba a los discípulos con sus visiones, veía por doquier ángeles, devas, visiones premonitorias, etc. Pero Djedú también se fijó que circulaba, dinero, competencia entre los discípulos, fanatismo, etc. Muchos discípulos también decían tener videncias, generando envidias unos sobre otros, aunque todo se solapaba entre una moral y disciplina férrea.
Djedú intuyo que aquello no era lo que ella buscaba, se despidió amablemente, aunque al grupo y al maestro no les sentó muy bien su marcha, pensaban que sería otra alma perdida y manchada por la traición.
Decidió Djedú ir a visitar a un gran erudito, que no tenía tanta fama, ni tantos discípulos, pero que decían tenía grandes conocimientos. Cuando pudo entrevistarse con el gran erudito, le hizo la misma pregunta:
Djedú: maestro, gran erudito, mi corazón esta sediento de sabiduría, necesito conocer la realidad y verdad de esta vida. Por favor alumbra mi corazón.
El gran erudito respondió: Debes de adquirir una gran cultura intelectual, debes aprender a reflexionar sobre los grandes autores, aquellos que la tradición considera como grandes maestros. Tienes que cultivar tu mente, para evitar el engaño, tus ojos deben aprender a ver la verdad por ti misma. Esta es la senda que te propongo.
A Djedú, le agrado un poco más la respuesta del erudito que la del vidente, le agrado aquello de ver por sus propios ojos, y lo de no dejarse engañar. Se mantuvo Djedú en la escuela del erudito durante un tiempo, que le sirvió para documentarse muy bien, y aprender mucho sobre muchos autores diferentes. Pero su corazón seguía triste, no terminaba de sentirse dichosa, sabía que todo lo aprendido le servía bastante, pero no conseguía la certeza, no podía consolidar ni conciliar sus dudas y emociones, el escepticismo luchaba contra la credulidad, sentía que su corazón estaba partido y andaba confundida, pues, aunque ya poseía una gran erudición y había sido buena alumna, ella sentía que no había avanzado en su proceso espiritual, en su encuentro con la verdad. Djedú decidió marcharse y seguir en su búsqueda, se despidió del Gran Erudito y de sus compañeros, la despedida fue cordial, diferente a la despedida del ashram del vidente, entonces sintió que en algo había avanzado.
Djedú, se marchó y fue a buscar a un maestro tántrico, que vivía sobre las cordilleras de los Himalaya. Ella sabía que el tantra era considerado por muchos como una enseñanza oscura, llena de magia y esoterismo, pero ella ya se había documentado y sabía que el tantra utilizaba la energía del cuerpo y la mente para transformarse, y ella estaba dispuesta a todo con tal de encontrar lo que su corazón anhelaba. Recorrió las montañas en busca de un maestro experimentado, escucho de varias fuentes sobre un Maestro Tuerto, le faltaba el ojo izquierdo. Cuando encontró al Maestro Tuerto, y pudo hablar con él, le dijo como a los anteriores:
Djedú: maestro, necesito recibir tus enseñanzas sobre el tantra, mi corazón esta sediento de sabiduría, necesito conocer la realidad y verdad de esta vida. Por favor alumbra mi corazón.
Maestro Tuerto: Veo con mi ojo bueno que estas preparada para recibir mis enseñanzas, y con el ojo vacío, veo que aun necesitas ejercitarte para ver tu propia realidad.
Djedú sintió una buena conexión con el maestro tuerto, este no tenía muchos discípulos, pero veía en ellos una autodisciplina movida por el afán de lograr su realización. Djedu recibió las enseñanzas del tantra inferior o exterior, del superior o interior, recibió las iniciaciones de calachacra, mahamudra, mahayoga, anuyoga, etc. Djedu comprendió que era el momento de desposarse, pues encontró junto al maestro tuerto, al lama Chad, cuyo nombre también significa pilar, y con él sintió gran afinidad, simpatía y broto la chispa del amor; se casaron uniéndose dos pilares, que formarían un templo de armonía. Intensificaron sus prácticas transmutando y sublimando sus energías, avanzaron rápido en su proceso espiritual; comprendieron a fondo la esencia de la forma-materia y del vacío-espíritu, lograron dominar y transformar sus emociones y deseos; comprendieron cual era la realidad de sus cuerpos y mentes, obteniendo una buena realización espiritual. Djedu y el lama Chad, se sintieron satisfechos, por las enseñanzas, iniciaciones y practicas realizadas, ahora era el momento de enfrentarse con la última verdad, la más profunda e insondable. Le pidieron al Maestro Tuerto le transmitiera sus últimas y trascendentes enseñanzas; muy amablemente el maestro tuerto les dijo:
Maestro Tuerto: Habéis sido alumnos muy dignos y merecéis recibir las enseñanzas más elevadas sin duda, es por ello que os recomiendo no sigáis conmigo, id y buscad al Maestro Errante, él mejor que yo os instruirá para alcanzar la suprema iluminación.
Djedú tuvo que luchar con sus emociones y apegos, tuvo que poner en práctica sus enseñanzas tántricas, para poder desapegarse de lo que había sido sus mejores años, en su formación y realización interior. En sus ojos se desbordaron las lágrimas ante el Maestro Tuerto, pues se dignó a remitirles hacia otro maestro, aquella despedida en nada era semejante a lo ocurrido, en el ahsram del vidente o con el Maestro Erudito. Djedú y el lama Chad se pusieron en camino, no tenían una dirección definida para encontrar al Maestro Errante, decían de él que andaba de un lado a otro, incluso que lo habían visto en varios lugares al mismo tiempo; el plan de Djedú y del Lama Chad era buscarlo por donde fuera, mientras tanto ellos irían impartiendo sus enseñanzas.
En unos meses, se encontraban dispuestos a salir de un monasterio donde estuvieron impartiendo sus enseñanzas, y saliendo del pueblo vecino al monasterio, un ciego mendigante les pidió limosna, ellos lo atendieron y le dieron parte de lo que era su sustento en aquel día. El mendigo entonces les pregunto:
Mendigo: ¿dónde vais?
Djedú: vamos en busca del Maestro Errante, queremos recibir sus enseñanzas.
Mendigo: las enseñanzas de los errantes son muy valiosas y poco reconocidas. Los mendigos vemos cómo andan los errantes de un lado a otro, sin un lugar donde morar, su corazón inquieto no encuentra su morada, algunos se acostumbran a vivir sin refugio, otros padecen el no tener un lugar donde residir.
Se despidieron del mendigo y siguieron su camino, pero aún no habían dado ni cien pasos, cuando Djedú sintió que el comentario del mendigo tenía su enigma. Se dieron la vuelta i regresaron donde el mendigo ciego, y Djedú pregunto:
Djedú: usted sabría donde encontrar al Maestro Errante.
Maestro Errante: por poco no me reconocéis, aun no habéis perfeccionado vuestra visión sobre la forma y el vacio.
Djedú y el Lama Chad, se llevaron una enorme alegría. Entonces el Maestro Errante y ciego les pidió que le acompañara a la cueva donde pernoctaba en esos días. Una vez allí Djedú le comento:
Djedú: Maestro, al ver que eras ciego me confundí y no pensé que pudieras ser un maestro, ¿cómo has podido aprender, leer, estudiar con tu ceguera? ¿cuándo te quedaste ciego?
Maestro errante: me quede ciego siendo joven, pero busque buenos maestros para que me enseñaran. En cierto modo mi ceguera me ha permitido reconocer que la sabiduría es innata, es decir que la sabiduría siempre ha estado y está presente. El problema es que muy pocos, casi nadie, en su ceguera espiritual puede reconocer la presencia innata de la sabiduría.
Djedú: mi corazón esta sediento de sabiduría, necesito conocer la realidad y verdad de esta vida. Por favor alumbra mi corazón.
El lama Chad y Djedú se dispusieron a escuchar al Maestro Errante:
El Gran Vidente, le dijo:
Yo puedo guiarte hasta la luz y liberar tu sufrimiento, deberás seguir mis enseñanzas y cumplir con todos los preceptos; deberás ser fiel y poner toda la fe en mí.
Djedú: Maestro, Gran Vidente, estoy dispuesta a cumplir todas tus exigencias, todo lo necesario, pero por favor, me podría decir en pocas palabras ¿que es la verdad?
El Gran Vidente: La verdad está escrita en los textos sagrados y en mis libros. Yo mismo he podido ver con mi tercer ojo la verdad, y por ello puedo confirmar que el cielo y los infiernos existen, que hay vida después de la muerte, todo ello es la pura verdad que yo he experimentado.
Djedú: y podre yo ver y experimentar todo eso, ¿cómo?
El Gran Vidente: La gracia de Dios solo viene a través del gurú, por ello solo siguiendo mi doctrina te abriré el tercer ojo y recibirás la luz.
Djedú intuyo que aquello no era lo que ella buscaba, se despidió amablemente, aunque al grupo y al maestro no les sentó muy bien su marcha, pensaban que sería otra alma perdida y manchada por la traición.
Decidió Djedú ir a visitar a un gran erudito, que no tenía tanta fama, ni tantos discípulos, pero que decían tenía grandes conocimientos. Cuando pudo entrevistarse con el gran erudito, le hizo la misma pregunta:
Djedú: maestro, gran erudito, mi corazón esta sediento de sabiduría, necesito conocer la realidad y verdad de esta vida. Por favor alumbra mi corazón.
El gran erudito respondió: Debes de adquirir una gran cultura intelectual, debes aprender a reflexionar sobre los grandes autores, aquellos que la tradición considera como grandes maestros. Tienes que cultivar tu mente, para evitar el engaño, tus ojos deben aprender a ver la verdad por ti misma. Esta es la senda que te propongo.
A Djedú, le agrado un poco más la respuesta del erudito que la del vidente, le agrado aquello de ver por sus propios ojos, y lo de no dejarse engañar. Se mantuvo Djedú en la escuela del erudito durante un tiempo, que le sirvió para documentarse muy bien, y aprender mucho sobre muchos autores diferentes. Pero su corazón seguía triste, no terminaba de sentirse dichosa, sabía que todo lo aprendido le servía bastante, pero no conseguía la certeza, no podía consolidar ni conciliar sus dudas y emociones, el escepticismo luchaba contra la credulidad, sentía que su corazón estaba partido y andaba confundida, pues, aunque ya poseía una gran erudición y había sido buena alumna, ella sentía que no había avanzado en su proceso espiritual, en su encuentro con la verdad. Djedú decidió marcharse y seguir en su búsqueda, se despidió del Gran Erudito y de sus compañeros, la despedida fue cordial, diferente a la despedida del ashram del vidente, entonces sintió que en algo había avanzado.
Djedú: maestro, necesito recibir tus enseñanzas sobre el tantra, mi corazón esta sediento de sabiduría, necesito conocer la realidad y verdad de esta vida. Por favor alumbra mi corazón.
Maestro Tuerto: Veo con mi ojo bueno que estas preparada para recibir mis enseñanzas, y con el ojo vacío, veo que aun necesitas ejercitarte para ver tu propia realidad.
Djedú sintió una buena conexión con el maestro tuerto, este no tenía muchos discípulos, pero veía en ellos una autodisciplina movida por el afán de lograr su realización. Djedu recibió las enseñanzas del tantra inferior o exterior, del superior o interior, recibió las iniciaciones de calachacra, mahamudra, mahayoga, anuyoga, etc. Djedu comprendió que era el momento de desposarse, pues encontró junto al maestro tuerto, al lama Chad, cuyo nombre también significa pilar, y con él sintió gran afinidad, simpatía y broto la chispa del amor; se casaron uniéndose dos pilares, que formarían un templo de armonía. Intensificaron sus prácticas transmutando y sublimando sus energías, avanzaron rápido en su proceso espiritual; comprendieron a fondo la esencia de la forma-materia y del vacío-espíritu, lograron dominar y transformar sus emociones y deseos; comprendieron cual era la realidad de sus cuerpos y mentes, obteniendo una buena realización espiritual. Djedu y el lama Chad, se sintieron satisfechos, por las enseñanzas, iniciaciones y practicas realizadas, ahora era el momento de enfrentarse con la última verdad, la más profunda e insondable. Le pidieron al Maestro Tuerto le transmitiera sus últimas y trascendentes enseñanzas; muy amablemente el maestro tuerto les dijo:
Maestro Tuerto: Habéis sido alumnos muy dignos y merecéis recibir las enseñanzas más elevadas sin duda, es por ello que os recomiendo no sigáis conmigo, id y buscad al Maestro Errante, él mejor que yo os instruirá para alcanzar la suprema iluminación.
Djedú tuvo que luchar con sus emociones y apegos, tuvo que poner en práctica sus enseñanzas tántricas, para poder desapegarse de lo que había sido sus mejores años, en su formación y realización interior. En sus ojos se desbordaron las lágrimas ante el Maestro Tuerto, pues se dignó a remitirles hacia otro maestro, aquella despedida en nada era semejante a lo ocurrido, en el ahsram del vidente o con el Maestro Erudito. Djedú y el lama Chad se pusieron en camino, no tenían una dirección definida para encontrar al Maestro Errante, decían de él que andaba de un lado a otro, incluso que lo habían visto en varios lugares al mismo tiempo; el plan de Djedú y del Lama Chad era buscarlo por donde fuera, mientras tanto ellos irían impartiendo sus enseñanzas.
Mendigo: ¿dónde vais?
Djedú: vamos en busca del Maestro Errante, queremos recibir sus enseñanzas.
Mendigo: las enseñanzas de los errantes son muy valiosas y poco reconocidas. Los mendigos vemos cómo andan los errantes de un lado a otro, sin un lugar donde morar, su corazón inquieto no encuentra su morada, algunos se acostumbran a vivir sin refugio, otros padecen el no tener un lugar donde residir.
Se despidieron del mendigo y siguieron su camino, pero aún no habían dado ni cien pasos, cuando Djedú sintió que el comentario del mendigo tenía su enigma. Se dieron la vuelta i regresaron donde el mendigo ciego, y Djedú pregunto:
Djedú: usted sabría donde encontrar al Maestro Errante.
Maestro Errante: por poco no me reconocéis, aun no habéis perfeccionado vuestra visión sobre la forma y el vacio.
Djedú y el Lama Chad, se llevaron una enorme alegría. Entonces el Maestro Errante y ciego les pidió que le acompañara a la cueva donde pernoctaba en esos días. Una vez allí Djedú le comento:
Djedú: Maestro, al ver que eras ciego me confundí y no pensé que pudieras ser un maestro, ¿cómo has podido aprender, leer, estudiar con tu ceguera? ¿cuándo te quedaste ciego?
Maestro errante: me quede ciego siendo joven, pero busque buenos maestros para que me enseñaran. En cierto modo mi ceguera me ha permitido reconocer que la sabiduría es innata, es decir que la sabiduría siempre ha estado y está presente. El problema es que muy pocos, casi nadie, en su ceguera espiritual puede reconocer la presencia innata de la sabiduría.
Djedú: mi corazón esta sediento de sabiduría, necesito conocer la realidad y verdad de esta vida. Por favor alumbra mi corazón.
El lama Chad y Djedú se dispusieron a escuchar al Maestro Errante:
Djedú: si, efectivamente ha sido así, he ido pasando de un maestro a otro, primero fui a un Maestro que era un gran vidente, pero allí solo vi credulidad, dogmatismo, y una enseñanza muy elemental. Luego con mi Maestro Erudito, adquirí una buena cultura espiritual, pero todo se reducía a conceptos reflexiones, análisis, que me fueron útiles, pero sentía que a la vez caía en la trampa dual de la mente con su escepticismo y creencias; aquello me sirvió con las meditaciones shamata (calma mental) y vispasana (análisis funciones del cuerpo y mente) me sirvieron para conocer mejor mi cuerpo y mi mente. Después con el Maestro Tuerto y el Tantra aprendí a ver de modo practico las funciones psíquicas, comprendí como las emociones, los deseos se mueven en nuestra mente, comprendiendo lo que es la forma y el vacío; con ello he aprendido mucho y he avanzado en mi proceso espiritual. Ahora me siento, que tengo una buena realización, pero sé que tengo que culminar mi proceso, llegar a la verdad ultima.
Maestro Errante: Tus anteriores preceptores fueron útiles en tu proceso, te fueron llevando con buen arte o sin buen arte, para que tú misma llegues a tu propio maestro interior, a tu real Ser. Ahora aun te sientes separada de tu Ser profundo, y anhelas unirte sin fisuras con el Ser.
Djedú: así es.
Maestro Errante: Bien escúchame, tu ser y la sabiduría siempre estuvieron presentes en ti. Ahora lo único importante es tu reconciliación final con el amor y la sabiduría del Ser. Como el Ser es atemporal, nunca nació y nunca morirá, también su atributo compasivo y de sabiduría son atemporales y siempre estuvieron presentes en ti; al descubrir esta realidad entras en la vía secreta atemporal, eterna, que permanece siempre en un aquí y ahora perpetuo, ilimitado. Su dimensión ilimitada, es incondicionada, así el Ser se manifiesta en el océano de la vida libre en su movimiento.
Si sientes que aún existen fisuras que te separan del Ser, esto es cuestión de identidad, tu yo, aun se apropia de ti, el yo mundano desea seguir existiendo independientemente del Ser, procurando apropiarse de lo que puede, ya sean cosas mundanas o poderes psiquicos con su actitud posesiva, con sus deseos y apegos. Ahora bien la identidad del Ser es omnipresente, se encuentra en todo y en todos, sin pertenencia, ni apropiación, sin apego, sin deseo; sim embargo su omnisciencia (todo sabiduría) lo abarca todo, así como su compasión que todo lo incluye. De modo que la realidad es que nuca hemos estado fuera de nuestro Ser, aunque si olvidados de él.
Djedú y el lama Chad tuvieron una iluminación simultánea y plena, comprendieron la realidad del Ser desde sus raíces hasta sus frutos de oro, “el Todo en el Uno”. Se marcharon, esta vez sin despedirse, pues comprendieron que siempre seguirían unidos a su Maestro Errante, continuando su vía secreta. Djedú regreso a ver a sus padres ya ancianos, y ante ellos hizo postraciones, reconociéndoles como sus primeros maestros.
Rafael Pavía. 4-11-2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario