Nuestra voluntad aparentemente juega un papel importante en nuestras vidas, porque suponemos que la voluntad lo puede cambiar todo, al menos algunos así piensan; otros en cambio son deterministas y creen que nuestro destino y nuestra voluntad ya está condicionada, restringida y limitada por las leyes universales, por los designios divinos, por los astros, por nuestro inconsciente y las propias circunstancias que nos rodean. Así vale la pena reflexionar sobre la voluntad y el libre albedrío.
Dice la oración: “hágase tú voluntad así en los cielos como en la tierra”, oración dirigida al Padre que está en los cielos, es decir aquella parte de nuestro Ser más elevada, donde la conciencia superlativa del Ser, tendrá que iluminar nuestra mente interior, para poder liberar la voluntad y a nosotros mismos. Por un lado, esta oración nos dice que hay que aceptar los designios de Dios, y con ello todas las circunstancias en las que nos vemos envueltos, hay que aceptar nuestro karma personal y colectivo. Esta es una visión determinista, que nuestra conciencia deberá aceptar conscientemente. Por otro lado, seguimos orando diciendo: “perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”, es decir le pedimos al padre que nos libere del karma, de aquello que nos causa dolor y sufrimiento, eso sí, teniendo presente el dolor y sufrimiento que hemos causado a nuestros semejantes, por ello debemos de encauzar nuestra voluntad al perdón, a conciliarnos con nuestros semejantes, y no solo conciliar deberíamos amar a nuestra pobre humanidad doliente. Más continua la oración diciendo: “más nos no dejes caer en tentación y líbranos del mal”. Pedimos así a nuestro Ser que evite que sigamos cometiendo errores y que nos libre del mal, siendo el peor mal la ignorancia y la carencia de Amor. Es por ello que en la oración pedimos: “danos el pan nuestro de cada día”, siendo este pan el pan de la sabiduría. Por tanto, nuestra luz interior, nuestra conciencia debe adquirir amor y sabiduría, debe de ese modo aceptar lo designado, lo determinado en nuestro destino o karma, pero con la intención de poder no errar más y no caer en el mal de la ignorancia.
Mientras nuestra voluntad este dividida, y el M. Samael dice que cada uno de nuestros yoes posee una parte de voluntad, es obvio que la voluntad será débil y caótica; también tendremos en cuenta que nuestra comprensión estará muy limitada mientras sigamos identificados con la mente intermedia o la mente dual, pues el ego aprovecha la condición dual de nuestra mente, para dividir, separar, dudar ignorantemente, etc. El yo y la mente intermedia o dual, lo polarizan todo en los opuestos: materia y espíritu, arriba y abajo, blanco y negro, divino y mundano, etc. Mientras que la voluntad del Ser, es unitiva, todo lo unifica mediante el amor y la sabiduría; el amor no condena ni justifica nuestros actos, los comprende.
Nuestro destino, nuestro karma, nuestro libre albedrio, no es más que un juego, donde el Ser observa, comprende, ama, e intenta que su alma perdida y confusa, se dé cuenta de su plena realidad. Dice el M. Samael: “Dios es Dioses, es el ejercito de la voz”. Todos esos Dioses, son nuestros diferentes seres, unos más conscientes que otros de su realidad; todos los seres o dioses, juegan con el destino, todos participan de unas leyes y un karma que en definitiva es temporal, es finito, es efímero. Mientras tanto el Ser, se esforzará en su única voluntad, que despertemos y nos demos cuenta que siempre estuvimos en y con Él, en su espacio ilimitado e incondicional, en ese mismo espacio su amor y sabiduría son incondicional e ilimitados.
Aunque para los moralistas, los dogmáticos, y los que aún siguen identificados en el juego dual de la mente intermedia, les resulte incomprensible, debemos decir que el Ser, que Dios, ama a todos por igual, malos y buenos, ignorantes y sabios, grandes o pequeños, la diferencia solo estriba en que unos aprovechan mejor la sabiduría y el amor del Ser.
Atentamente:
Rafael Pavía. 29-12-2016.
Atentamente:
Rafael Pavía. 29-12-2016.