lunes, 14 de agosto de 2017

Base, camino y fruto del Cristo

Base, camino y fruto del Cristo.

Comprender la naturaleza del Cristo es esencial para los gnósticos; la base, la esencia o naturaleza de Cristo siempre es la misma ya sea en su estado potencial, como en su nacimiento, como en su crecimiento, como en su plenitud. La única diferencia entre el estado potencial de Cristo y su plenitud es que en tal plenitud o autorrealización intima del Ser se ha obtenido profundidad, amplitud y sobre todo estabilidad en la propia naturaleza o base de Cristo.

En este artículo dejamos al margen el aspecto alquímico de la autorrealización, siendo esta parte alquímica hermética e íntima; pues lo que nos interesa ahora es la visión o comprensión del Cristo. Solo decir que la alquimia o tantra sexual nos permite acelerar el proceso y estabilizar con mayor logro la presencia de Cristo.

Cuando nos iniciamos en este camino de la autorrealización, se nos dice respecto al Crsito: “de mil que me buscan uno me encuentra, de mil que me encuentran uno me sigue, y de mil que me siguen uno es mío”. Bien es muy importante poder encontrar al Cristo, porque encontrar al Cristo significa comprender su naturaleza esencial, ¿saben ustedes cual es la naturaleza esencial de Cristo?, en principio su naturaleza es: Amor y sabiduría; amor incondicional, ecuánime, compasión ilimitada; y su sabiduría es vacío, claridad, comprensión de la verdad relativa y la verdad absoluta, etc. Debería uno indagar e investigar con ahínco y determinación sobre la naturaleza esencial de Cristo, pues el encuentro es esencial para poder seguirlo sin perdernos. Si obtenemos una buena base de cuál es la naturaleza de Cristo, esa base se convertirá en nuestro fruto o logro, pues la naturaleza de Cristo es la misma al principio que al final, es el Alfa y Omega.
Cristo Alfa y Omega

Es muy, muy importante obtener una correcta visión de Cristo desde la base del camino, ¿si no encontraras al Cristo como podrías seguirlo? En cambio, sí encuentras a Cristo aun en su estado potencial y ahondas o profundizas en su naturaleza obtendrás una base idónea para seguirlo. Primero reconocer el amor, la compasión, el bodichita, esa es la gran motivación, aquello que en secreto anhela nuestro corazón revivir y avivar el amor, siendo este el camino de Cristo; segundo la sabiduría que nos llevara a conocer nuestra mente en su totalidad, esto es la mente sensual, la mente intermedia y sobre todo la mente interior. Más lo esencial del encuentro con Cristo es la experiencia o la vivencia, pues todo lo que se pueda estudiar o especular sobre el Cristo resultaría inútil si el encuentro no es efectivo y real con una experiencia, esto es experimentar un estado de paz y serenidad, donde el amor o compasión puedan aflorar de modo natural. La experiencia es lo básico tal serenidad y paz interior pertenecen a la sabiduría del saber Ser y Estar, es decir que la sabiduría es la que nos debe de conducir y proporcionar la experiencia; si tal paz y serenidad confluyen con la compasión y el amor entonces la potencia de Cristo surgirá en mayor o menor grado; lo importante es familiarizarse con el amor incondicional y la sabiduría que nos vacía en la paz y la serenidad. 

La base del camino por tanto es la experiencia donde la serenidad (Mo-Chao) y la compasión confluyen aportando cierto éxtasis o samadhi. A partir de tal base o encuentro en el reconocimiento de la naturaleza de Cristo, debemos empezar a seguir al Cristo ¿cómo? siguiendo el trabajo en la base o estado potencial, siguiendo trabajando en la sabiduría, el vacío, la paz y serenidad interior, comprendiendo la naturaleza de nuestra mente, etc. Al seguir a Cristo debemos profundizar en el estado y las experiencias que su naturaleza nos concede procurando recibir mayor luz, paz, serenidad, desapego a lo mundano, etc., los estados de conciencia que nos aporta el Cristo nos permiten conjugar la paz y serenidad con el diario vivir, añadiendo el sacrificio o compasión por nuestros semejantes. El samadhi o éxtasis se concilian con el presente y con el saber Ser y Estar del diario vivir; así, nuestro maestro, el Cristo Intimo, nos enseña las lecciones de la escuela de la vida. Así, siguiendo a Cristo comprenderemos que la verdad relativa de nuestro vano existir, se puede conciliar con la verdad absoluta.

El fruto excelente de Cristo va en aumento desde su encuentro en la base, hasta que obtenemos la plenitud de Cristo, con sus cuerpos de Gloria el cuerpo de Transfiguración, el cuerpo de Resurrección y el cuerpo de Ascensión; que corresponden como ya dijimos en anteriores artículos al Trikaya: Nirmanakaya, Sambogakaya y Dharmakaya. Este fruto excelente de Cristo, no es más que su propia base, su propia esencia, su propia naturaleza imperturbable, eterna, inmutable, etc., es decir que en realidad el principio o base y el final o fruto son idénticos en su naturaleza esencial, la única diferencia es la intensidad, profundidad y amplitud de la vivencia de Cristo, lo que nos aportara mayor estabilidad en su fruto o plenitud. Cuando Cristo asciende al cielo con su Dharmakaya, obtiene el fruto de la plenitud, la totalidad, la unidad, la talidad, etc., tal plenitud se vive y experimenta en la paz y serenidad del vacío, del saber Ser y Estar unidos a su amor incondicional, todo ello pertenece a su base o naturaleza esencial. 

Es fundamental encontrar a Cristo para no perdernos y seguirle hasta la plenitud, ese encuentro es la misma conciencia Cristo, que descubriremos durante todo el camino, hasta llegar al final, donde develaremos que el fruto del camino es idéntico a la base o inicio del camino, esta certeza que nos muestra el Cristo ascendido, nos facilita todo el camino, simplificando y mostrando su sencillez, pues todo el misterio está en que Cristo se nos muestre “tal cual es”. Si en nuestro encuentro con Cristo quedamos cegados por su luz, tanto mejor para disponernos a seguirlo, esto le sucedió a Pablo de Tarso de camino a Damasco, donde el encuentro con Cristo y su luz lo dejo cegado por varios días, y de ese encuentro vino su conversión. Es obvio que, si nos centramos en nuestra base o inicio en la compasión, en el bodichita, en la renuncia de sí mismos por el amor a nuestros semejantes; si procuramos la sabiduría del vacío, la paz, el silencio, la conciencia no conceptual o la verdad no dual, etc. en definitiva confluyendo la compasión y la sabiduría en experiencia vivida, nuestra base y conversión serán fuertes para seguir al Cristo y nuestra plenitud estará cerca pues comprenderemos que la base, el camino y el fruto son idénticos en su naturaleza.
Paz eterna de Cristo Alfa y Omega

Cristo es semejante en su esencia y naturaleza tanto en su estado potencial, como cuando se desarrolla en las serpientes de fuego, cuando nace, cuando crece con las serpientes de luz; es también semejante en su esencia y naturaleza cuando ingresa en la segunda montaña de la iniciación y desarrolla todos los trabajos de Hércules, es semejante cuando finaliza los 9 trabajos de Hércules y entra en el purgatorio, pasa por la iniciación de judas y vive el proceso del Santo Job; cierto es que su naturaleza no cambia, es inmutable, su amor incondicional es semejante al principio que al final, y su sabiduría es idéntica al principio que al final. Aun en su mayor gloria cuando el Cristo es ascendido en la tercera montaña de la iniciación, la grandeza de su misterio nos devela que siendo inmutable y eterno Él es semejante en toda su infinitud desde el principio de los principios hasta el final. Esta sublime develación certifica la experiencia de la conversión, certifica que nuestro encuentro con Cristo es el camino a seguir, certifica que todo es mucho más sencillo, de lo que uno en su ignorancia supone que es el camino de la autorrealización.

¡Gloria al Cristo! ¡Gloria al Cristo! ¡Gloria al Cristo!

Atentamente:

Rafael Pavía.                            10/08/2107.


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